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Notas exegéticas - Solemnidad de la Sagrada Familia


Solemnidad de la Sagrada Familia

La vida de Jesús en una familia humana prolonga el misterio de la encarnación. Dios ha querido asumir y santificar el misterio de la familia, llamada a ser espacio de amor y de libertad, de comunión y de experiencia de Dios. La fiesta de la sagrada familia de Nazaret es una oportunidad para iluminar la vida de nuestras propias familias a la luz de la Palabra de Dios. La familia es un signo de amor en medio de un mundo tantas veces dominado por el odio y la división, pero es también una realidad frágil, inmersa en una sociedad a menudo desorientada en los verdaderos valores y víctima tantas veces de dramas económicos y sociales.

Primera lectura: Eclesiástico 3,2-6.12-14. El que teme al Señor honra a sus padres.

El libro del Eclesiástico, escrito a inicios del s. II a.C.,  es uno de los mejores ejemplos de la literatura sapiencial judía y representa una especie de síntesis de la teología del judaísmo en diálogo con la sociedad helenista y los valores laicos. Su autor es un tal Jesús Ben Sirá, de donde procede el otro nombre con el cual se conoce este libro: Sabiduría de Ben Sirá o Sirácida.

Para el autor uno de los valores fundamentales de la sabiduría es el respeto y el amor hacia los padres. El verbo clave de su exhortación es “honrar”, un término hebreo que abarca tanto el respeto a su autoridad como el sustento en caso de necesidad y que nos remite al Decálogo (cf. Ex 20,12). El honor debido a los padres se explica por el hecho de que ellos con su palabra y su ejemplo introducen al hijo en la corriente de bendición de la alianza. “Honrar a padre y madre” supone afecto y ayuda, respeto y amor hacia los propios progenitores, aun en el ocaso de la vida, durante su vejez, cuando sus energías biológicas e intelectuales disminuyen.

2 lectura: Colosenses 3,12-21. La vida de familia vivida en el Señor.

            Este texto nos ofrece un código ético condicionado ciertamente por algunos valores culturales de la época, como se ve claro en la afirmación de la sumisión de las mujeres a los maridos (3,18), o en la aceptación de la esclavitud en el v. 22. Interpretar literalmente estas indicaciones para la vida social de hoy, sería un anacronismo y un error. El texto, sin embargo, nos ofrece una moral exquisitamente cristiana para la vida comunitaria (vv. 12-17) y la vida familiar (vv. 18-21).

        Se invita a los cristianos a “dar” (bondad, comprensión, perdón, etc.,) y a “recibir” (ser agradecidos). El fundamento de la exhortación no es un modelo ético exterior, sino la experiencia interior de ser amados por Dios y haber experimentado el perdón del Señor. Se exhorta a actuar en el nombre del Señor Jesús. Para ello es determinante la relación de los creyentes con la Palabra de Cristo, la cual debe “habitar” en la comunidad en forma de exhortación y de alabanza.

    A la luz de su fe en Cristo los esposos creyentes son invitados a vivir una relación de afecto y comunión, basada en el diálogo y el respeto mutuo; los hijos están llamados a vivir el valor de la obediencia “en el Señor” a través de la escucha y la docilidad a la voz de sus padres, al mismo tiempo que a los padres se les exhorta a no exasperar a sus hijo.

Evangelio: Mateo 2,13-15.19-23. Coge al niño y a su madre y huye a Egipto.
            Los llamados “evangelios de la infancia”, más que relatos biográficos son reflexiones cristológicas a la luz del misterio pascual, con el objetivo de anunciar a Jesús Mesias y Señor ya desde sus primeros años de existencia terrena. En ellos todo el misterio de Jesús está contenido como en germen. Los evangelistas, al estilo de los midrashim judíos, leen y reinterpretan libremente la Escritura a la luz de la obra salvadora de Cristo.

            En el corto relato de la huída a Egipto, Mateo quiere presentar actualizada en el hijo de María la historia de Israel y de forma especial la de Moisés, que tuvo que huir (Ex 2,15) y volvió a Egipto después de la muerte del faraón (Ex 4,22). Jesús encarna la historia de su pueblo. Y la de tantos pueblos de hoy. La huída de José con el niño y la madre a Egipto, reproduce el drama de tantos perseguidos y emigrantes que se han visto forzados a abandonar su tierra por motivos sociales o políticos.

            Con la cita de Oseas que recuerda el acontecimiento del Éxodo, Mateo presenta a Jesús como el nuevo Israel y el nuevo Moisés. La condición filial de Israel, “hijo primogénito” de Dios gracias a la liberación del Éxodo (Ex 4,22), se realiza ahora plenamente en Jesús, verdadero "Hijo de Dios", en cuya historia contemplamos los rasgos del único y verdadero Dios.

            La manifestación divina en sueños y la obediencia de José presentan al Mesías, desde sus primeros años de vida, en un ambiente doméstico de apertura a la voluntad de Dios. José y María son personas que viven en total docilidad a los caminos de Dios. En este ambiente nació y creció Jesús.

            El regreso de Egipto de Jesús y sus padres evoca el antiguo éxodo y el regreso del exilio del pueblo elegido. Jesús va a vivir a la ciudad de Nazaret, según  los planes de Dios. El territorio de la Galilea se convierte en el espacio teológico de la gracia, en el lugar donde confluye toda la antigua historia de la salvación que encuentra en Jesús de Nazaret su pleno cumplimiento (Mt 4,12-17).

Mons. Silvio José Báez Ortega
Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Managua
Managua, República de Nicaragua

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