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Homilia Padre Jesús Hermosilla - VIGILIA PASCUAL

 
¡Ha resucitado el Señor! ¡Alégrense por la victoria de rey tan poderoso! El viernes veíamos a nuestro Rey humillado, despreciado, condenado a muerte ignominiosa. Ahora se nos invita a la alegría por la victoria de Rey tan poderoso. Todos los cielos se alegran. Nosotros también nos alegramos por su triunfo. Nos alegramos por El y por nosotros mismos, pues su triunfo es también el nuestro.

Se alegra la Iglesia, nuestra madre, revestida de la misma luz de Cristo, dice el pregón pascual. También el pregón nos invita al gozo por haber sido iluminados con Cristo y haber sido disipada de nuestros corazones la tiniebla del pecado.

Porque esta es la noche de las noches. La noche

 de la victoria de nuestro Señor. Si el viernes nuestra mirada se centraba en la cruz y ayer en el sepulcro, esta noche se fija en el resucitado que brilla glorioso e ilumina el mundo. Noche de gracia y salvación. Es la Pascua, el paso del Señor de la muerte a la vida y su paso por entre nosotros salvando, dando vida, iluminando los recovecos oscuros que se resisten a ser redimidos.

¡Qué noche tan dichosa! Porque ahuyenta los pecados, lava las culpas, devuelve la inocencia a los caídos, la alegría a los tristes, expulsa el odio y trae la concordia. ¿Nos creemos realmente estas cosas? Cuando la Iglesia las ha conservado a lo largo de los siglos en la liturgia de esta noche es porque son ciertas. Depende mucho de nuestra fe que se realicen en nosotros. Esta noche es capaz de desarraigar algún vicio que tengas, acabar con un resentimiento, destruir un apego, renovar tu vida.

Noche de escucha, de meditación, de oración. La Palabra se nos propone abundante. Podemos, en días sucesivos, volver a estas lecturas para escucharlas mejor, meditarlas y orar con ellas. A través de ellas, Dios nos habla. Son meditación de sus maravillas obradas antiguamente y ahora en Cristo, profecía o promesa de lo que quiere hacer esta noche, en esta Pascua, con nosotros. Y orar para que Dios lleve a plenitud la obra de salvación iniciada.

Grande es Dios. Todo lo ha creado El. Nos ha dado la vida ¡gracias, Señor! Nos crea y nos recrea ahora en Cristo. Un Dios misterioso, que pone a prueba. Me llama a renunciar a mis “hijos”. Entregarle todo a Dios. Aquí estoy. Ser bendición para mucha gente. Llamado a renunciar a todo para ganarlo todo. Dios liberador. ¡Gracias, Señor, por el bautismo! Dios da muerte en el agua a nuestro pecado y nos hace libres.

Dios que ama con amor esponsal, con amor misericordioso y fiel, con amor eterno; que hace alianza, que reconstruye las personas. Un Dios que sacia, da salvación, hace alianza, perdona, envía su palabra eficaz. Dios que sacia el corazón. Hay que buscarlo a El. Nos da gratis. Dios verdadera sabiduría, sabiduría encarnada. Escuchémosle y alcanzaremos prudencia. Abracémosla. Volvamos a ella, volvamos al primer amor. Ella nos da vida eterna. Dios que perdona, salva, restaura por el honor de su nombre. ¡Haznos ver tu santidad, Señor. Purifica nuestro pecado. Danos un corazón nuevo. Llénanos más de tu santo Espíritu!

En esta noche santa recordamos nuestro bautismo. Con él hemos muerto y resucitado con Cristo. Muerto al pecado y resucitado a una nueva vida. Vamos a renovar las promesas bautismales y, con ellas, vamos a renunciar al pecado, morir más al pecado, que nos atraiga menos el pecado y más el Señor. Vivos para Dios en Cristo Jesús. En Cristo hemos resucitado gracias a que El resucitó.

Un Cristo vivo. Fue al amanecer del domingo. Hubo un temblor y El salió victorioso del sepulcro. Como a las mujeres, nos sale al encuentro en la Eucaristía. Nos saluda, le abrazamos y le adoramos. Ya no es tiempo para el mido. Sí para ese temor santo que produce su presencia. Es tiempo de alegría. Es “tiempo”, porque esta noche comenzamos el tiempo pascual, los cincuenta días de celebración de su presencia en medio de nosotros.

Es tiempo de testimonio, tiempo para llevar la noticia a los demás. Nos da ese encargo. Nos hace capaces de ser sus testigos más firmes y valientes. ¡Señor, que este encuentro contigo, aquí, esta noche, me llene de tu fuerza, de tu Espíritu, para llevar la buena noticia de que vives y das vida eterna.


Padre Jesús Hermosilla

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