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Consagración a la santísima Virgen María del Valle del Espíritu Santo




 
¿Qué es la Consagración a la Santísima Virgen del Valle del Espíritu Santo?
Es una promesa de amor en donde se le da todo lo que la Diócesis de Margarita es, tiene y hace por Jesucristo a través y dentro del Corazón Inmaculado de la Virgen María para que por estos Dos Corazones, los margariteños vivamos plenamente entregados a la voluntad del Padre.
La Diócesis de Margarita se abandona en las manos de María del Valle del Espíritu Santo para que ella ejerza su papel de Madre espiritual, de Mediadora de las gracias, de Abogada y de Reina.

La meta final de esta consagración es Jesús.  La Virgen María es el medio eficaz para alcanzar mayor unión con Cristo y es fuente de protección maternal contra todo mal.

Por medio de esta consagración, el pueblo Margariteño ofrendados a Jesús y a María, debe pedir a Dios la gracia de vivir fieles a esta promesa, reconociendo que pertenecen a sus Sagrados Corazones, quienes han de ser el centro de cada aspecto de sus vidas, decisiones, relaciones y les ayudará a abrirse para vivir las virtudes, especialmente: la humildad, la mansedumbre, el amor sacrificial, la pureza y la obediencia.

También les ayudará a ejercer las virtudes que construyen y mantienen la unidad familiar: La paz, el orden, el respeto, la delicadeza, el pensar primero en el otro, la abnegación, la comunicación y sobre todo la caridad.

Los invito a vivir esta consagración en: Fidelidad a la Iglesia y a los Sacramentos, especialmente la Eucaristía; la oración, personal y familiar, en el rezo del Santo Rosario; tener una imagen de la Virgen del Valle, visitar regularmente al Santísimo Sacramento y participar en la Comunión;  apoyar a su parroquia con su tiempo y recursos; ser generosos en las necesidades de los demás, compartir la fe, conocer las Sagradas Escrituras  y Renovar habitualmente esta Consagración.



DIOCESIS DE MARGARITA
GOBIERNO SUPERIOR ECLESIASTICO
LA ASUNCION

Consagrémonos a María del Valle del Espíritu Santo en el Centenario de la Coronación Canónica

«¡Mujer, ahí tienes a tu hijo!» (Jn 19, 26).

        Y ella acepta. Aceptó, cuando dijo aquel “fiat”, que era una total entrega en las manos de la voluntad de Dios.  De ahí que el olor a sangre del Calvario comience extrañamente a tener un sabor de recién nacido. Hoy, en que tú, María del Valle del Espíritu Santo, nos ofreces de nuevo a Jesús, el fruto bendito de tu vientre, la Palabra hecha carne, al Redentor del mundo, repica con especial dulzura para nosotros esta palabra que nos conduce hacia ti, al hacerte Madre nuestra: «¡Mujer, ahí tienes a tu hijo!». Al aceptar al Apóstol Juan, y con él a los hijos de la Iglesia y a toda la humanidad vuelve a sentir su seno estallante de fecundidad. Si Cristo ha elegido la vocación de sufrir y morir por la salvación del mundo, es claro que cuantos, a lo largo de los siglos, le estarán unidos por amor, tendrán que aceptar, cada uno en su rango y función, esa misma vocación de morir y sufrir por esa salvación.

        Virgen de Valle del Espíritu Santo: Tú eres esplendor que no ensombrece la luz de Cristo, porque vives en Él y para Él. Tú eres la Inmaculada, eres transparencia y plenitud de gracia. Aquí estamos, pues, tus hijos, reunidos en torno a ti en el Año Santo Jubilar de tu Coronación Canónica. Hoy la Iglesia en Margarita, unida a sus pastores busca amparo bajo tu materna protección e implora confiada tu intercesión ante los desafíos y retos que en comunión con todos debemos afrontar.
                                                                           
        Son muchos los que, en este Año Santo han acogido este don.  Han vivido y estamos viviendo la alegría desbordante de la misericordia que el Padre nos ha dado en Cristo por María.  Como Madre, fortalece los vínculos fraternos entre todos, alienta a la reconciliación y el perdón, y ayuda a que los discípulos de Jesucristo vivan como una familia, la familia de Dios.

        Con gozo, proclamamos que la Virgen se ha hecho parte del caminar de cada uno de nosotros, en las angustias y en las tristezas, en las alegrías y en las esperanzas.  Ella es nuestra Madre.

        En María, casa y escuela de comunión, se ofrendan los niños que son don y signo de la presencia de Dios porque merecen  un mundo más pacífico y humano. En ella vibra el entusiasmo de los jóvenes, de los estudiantes amigos y discípulos de Cristo, centinelas del mañana, comprometidos en la renovación del mundo a la luz del plan de Dios en su búsqueda del sentido de la vida. A ella se eleva las súplicas de los ancianos, de los enfermos, los pobres, los encarcelados, los perseguidos, los huérfanos, los desesperados, los moribundos, a menudo olvidados o descuidados por la sociedad y hasta por sus propios familiares.
        Por aquí han pasado los seminaristas, que han acogido la llamada del Señor para descubrir el sentido de la vida y el proyecto que Dios tenga para cada uno.  Los sacerdotes, que son un don por la unción del Espíritu y por su especial unión con Cristo cabeza.  Los religiosos y religiosas, que ofrendan su vida por el Reino de Cristo.  Los Obispos que con fe y esperanza siguen a Jesús, Maestro de vida y de verdad en la comunión de la Iglesia, sirviendo al Pueblo de Dios a imitación del Buen Pastor.  Los esposos cristianos en la unidad e indisolubilidad de su amor con sus familias.  Los fieles laicos, hombres de la Iglesia en el corazón del mundo y hombres del mundo en el corazón de la Iglesia;  hombres y mujeres de trabajo y de la ciencia, los pescadores, los artesanos, todos ellos han reconocido en tu amado Hijo al Verbo de Dios, encarnado en tu seno. Haz, Madre, con tu intercesión, que el llamamiento que nos hace Jesús para que lo sigamos con la finalidad de ser de Él y formar parte de los suyos y de su misión como discípulos y misioneros nos alcance  plenamente la santidad, a la que todos estamos llamados.

        Virgen del Valle del Espíritu Santo, hoy queremos, confiarte todo lo que somos y tenemos, rogándote que seas nuestra Madre en el camino. Somos hombres y mujeres de una época portentosa, tan apasionante como rica en contradicciones. La humanidad posee hoy instrumentos de gran alcance. Puede hacer de este mundo un jardín o reducirlo a un cúmulo de escombros. Ha logrado una extraordinaria capacidad de intervenir en las fuentes mismas de la vida: Puede usarlas para el bien, dentro del marco de la ley moral, o ceder al orgullo miope de una ciencia que no acepta límites, llegando incluso a pisotear el respeto debido a cada ser humano. Hoy, como nunca en el pasado, la humanidad está en una encrucijada. Y, una vez más, la salvación está sólo y enteramente, oh Virgen Santa, en tu Hijo Jesús.

        Por esto, Madre, te veneramos en nuestra casa, para aprender de ti a ser como tu Hijo. Estamos aquí, ante ti, para confiar a tus cuidados maternos a la Diócesis de Margarita, al Oriente, a Venezuela y al mundo entero. Ruega por nosotros a tu querido Hijo,  para que nos dé con abundancia el Espíritu Santo, el Espíritu de verdad que es fuente de vida. Que abra los corazones a la justicia y al amor, hacia una comprensión recíproca y hacia un firme deseo de paz.

        Virgen del Valle, Virgen niña, nos consagramos a Ti, porque eres Madre de Dios y Madre nuestra. Porque has caminado fielmente al lado de nosotros.  Nos consagramos a Ti todos los que celebramos este Año santo,  Año de Gracia. Te consagramos toda la Iglesia de Margarita, con sus Pastores y sus fieles de la que eres Madre y Reina. Amén

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