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LA LLAMADA





LA LLAMADA

            Fueron muchas las veces que intenté otro tema. Fueron muchas las veces que decidí no contestar aquella llamada…

Hoy estoy aquí para contar de modo muy breve el cuento de “la vocación sacerdotal”. Mi intención no es otra más que motivar, desde una anécdota quizás ya bastante trillada, pero que seguro la has escuchado o leído de otro que no soy yo, simplemente por eso, te invito a avanzar en estas líneas y permitirme llegar a ti. 

La vocación como bien sabemos o entendemos, en su respuesta más sencilla o recurrente es esa llamada de parte de nuestro Señor Jesucristo, que inspira a través de su gracia a unir de manera muy íntima nuestra vida a ÉL. Recuerdo con nostalgia aquellos días donde gozaba de una adolescencia algo tímida pero aventurera que empezaba a sentir esa inspiración, esos primeros tonos, aquellos sutiles mensajes, en el servicio diario en el altar, en el ejemplo del párroco, en la sensación gratificante y alegra de sentirte útil al ayudar y ¿por qué no? En el cansancio sabroso que implica el trabajo, en cualquiera de sus dimensiones, más en aquella donde pude compartir y disfrutar la faena con el señor sacristán. Recuerdo que la gente empieza a tener mucho que ver contigo, sin darte cuenta empiezas adquirir cierta popularidad y con ella cierta carga y responsabilidad, adquieres un comportamiento serio, te empiezas a vestir apropiado, empiezas a respetar los lugares… todo con el único objeto de ser ejemplo, porque sin tu buscarlo ya lo eres, cuando puedes hacer esas pequeñas cosas con naturalidad y sin peso que te cause una angustia, sabes que Dios está preparándote, porque desea algo más de ti. Por ahí empieza el miedo, ¡bendito miedo! Muy lógico y muy normal, aunque no debería existir, pero también es cierto que las mejores cosas, los retos, lo nuevo, todo eso, da un poco de miedo… y ese miedo te hace negar, huir, más que paralizarte, huir, caminar de retroceso. 

Recuerdo que uno de esos días donde mi alma se debatía entre entender, aceptar, comprender y no querer… que mi obispo para ese entonces me dijo: -¿Cuándo te vas al seminario?- (porque la gente te ve, te etiqueta, te influye… tiene mucho que ver…) y yo le respondí, cuando Dios me llamé y seguido de eso él le dio la primera cachetada inteligente a mi rebeldía adolescente, -Dios llama, pero tú tienes que contestar-. Porque las llamadas se atienden, se contestan, se responden. 

La vocación no es fácil, pero es que ninguna lo es, hay distintas vocaciones y todas ellas como la mayoría de las cosas en esta vida, conllevan un sacrifico, un esfuerzo, una entrega, por vocación tú te donas, renuncias a ti para hacer feliz al otro, para ayudar al otro, lo puedes ver en cualquier profesión o en cualquier matrimonio, incluso hasta en el que ha optado por estar solo, porque hasta la soltería es una vocación. ¿Cuál es la diferencia de esta llamada con respecto a otra vocación? Pues el emisor, no a todo el mundo lo escoge Dios. 

Si hoy sientes un movimiento interior, una inquietud personal, un susto que no sabes explicar, ¡siéntete dichoso! Y anímate, Dios que lo ha creado todo y te lo ha dado todo, simplemente está entregándote una vez más algo lo más importante, lo más valioso, “la vocación”
Por: Pedro Pablo Carreño
Seminarista de la Diócesis de Margarita.

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