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PREGUNTAS Y RESPUESTAS PARA LOS JÓVENES CON INQUIETUD A LA VIDA SACERDOTAL
PREGUNTAS Y RESPUESTAS PARA LOS JÓVENES CON INQUIETUD A LA VIDA SACERDOTAL
¿Un hombre que quiere entrar al seminario tiene que ser virgen?
Desde hace tiempo estoy pensando consagrar mi vida a Dios, quizás como sacerdote. Sin embargo, no soy virgen. ¿Puedo de todos modos consagrar mi vida a Dios?
Cualquier hombre que quiere entrar al seminario o consagrar su vida a Dios tiene que estar dispuesto y debe, con la ayuda de Dios, ser capaz de vivir el celibato. Quien ha perdido su virginidad tiene que preguntarse a sí mismo qué fue lo que lo provocó.
Para entrar al seminario es indispensable que decida llevar una vida casta y célibe. Sin embargo, esto no es suficiente, pues debe tener algunas "garantías" de que, con la gracia de Dios, podrá ser fiel y coherente con este compromiso que asume libremente. Por lo tanto, debe estar dispuesto a poner todos los medios para ser fiel a esta opción, como son la oración, la vida sacramental, el dominio de sí mismo, la vigilancia, el sacrificio, una visión sana y cristiana de la vida, (de la sexualidad, del matrimonio, etc.)
También tiene que verse a sí mismo como es realmente, para descubrir si será capaz de llevar una vida célibe con la ayuda de Dios. Por ejemplo, un joven que tuvo una caída aislada, por debilidad, hace tiempo, es muy diferente de alguien que hasta hace poco se ha visto asediado por mil dificultades, concesiones y caídas concientes en este campo.
Cualquier hombre que quiere entrar al seminario o consagrar su vida a Dios tiene que estar dispuesto y debe, con la ayuda de Dios, ser capaz de vivir el celibato. Quien ha perdido su virginidad tiene que preguntarse a sí mismo qué fue lo que lo provocó.
Para entrar al seminario es indispensable que decida llevar una vida casta y célibe. Sin embargo, esto no es suficiente, pues debe tener algunas "garantías" de que, con la gracia de Dios, podrá ser fiel y coherente con este compromiso que asume libremente. Por lo tanto, debe estar dispuesto a poner todos los medios para ser fiel a esta opción, como son la oración, la vida sacramental, el dominio de sí mismo, la vigilancia, el sacrificio, una visión sana y cristiana de la vida, (de la sexualidad, del matrimonio, etc.)
También tiene que verse a sí mismo como es realmente, para descubrir si será capaz de llevar una vida célibe con la ayuda de Dios. Por ejemplo, un joven que tuvo una caída aislada, por debilidad, hace tiempo, es muy diferente de alguien que hasta hace poco se ha visto asediado por mil dificultades, concesiones y caídas concientes en este campo.
¿Qué es la castidad?
Padre, soy un joven de 17 años que estudio en un colegio católico. Estuve en una ceremonia en la que unos hermanos que trabajan en mi escuela hicieron sus votos de pobreza, castidad y obediencia para toda la vida. Lo de la obediencia y la pobreza lo tengo más o menos claro. Pero, ¿la castidad? ¿No es algo que tenemos que vivir todos (a mí me cuesta, pero lucho, me siento mal cuando caigo, pero siempre me levanto)? ¿Me puede aclarar qué es la castidad?
Tienes toda la razón al decir que la castidad es una virtud que tenemos que vivir todos y no sólo las personas consagradas a Dios. Lo que estos religiosos han hecho es comprometerse ante Dios y ante la Iglesia el vivir la virtud de la castidad como religiosos, es decir, renunciando por amor a Dios a formar una propia familia y a entregar su corazón al Señor y a todos los hermanos y buscando amar a Dios sobre todas las cosas con un amor exclusivo y fiel. Es la castidad consagrada.
La castidad, como nos recuerda el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica en el n. 488 es la positiva integración de la sexualidad en la persona. Es decir, la vivencia de nuestro ser varones o mujeres según el plan de Dios y de modo verdaderamente humano. Es decir, es la virtud que nos ayuda a amar a nuestros semejantes desde nuestra condición de hombres o mujeres, y relacionarnos con ellos con nuestro corazón, con nuestra mente y nuestra corporeidad.
La virtud de la castidad supone la adquisición del dominio de sí mismo, como expresión de libertad humana destinada al don de uno mismo a los demás. Tú hablas de tus luchas, y precisamente de esto se trata: de aprender a que no sean tus instintos los que tengan la última palabra, sino de humanizarlos plenamente haciendo que sigan la inteligencia y la voluntad libre. Para alcanzar la vivencia de la castidad es necesaria una integral y permanente educación, que se realiza en etapas graduales de crecimiento, según vamos madurando.
Como bien anotas, todos todos, siguiendo a Cristo modelo de castidad, están llamados a llevar una vida casta según el propio estado de vida: unos viviendo en la virginidad o en el celibato consagrado, modo eminente de dedicarse más fácilmente a Dios, con corazón indiviso; otros, si están casados, viviendo la castidad conyugal; los no casados, practicando la castidad en la continencia.
Son pecados gravemente contrarios a la castidad, cada uno según la naturaleza del propio objeto: el adulterio, la masturbación, la fornicación, la pornografía, la prostitución, el estupro o violación de una persona y los actos homosexuales.
Estos pecados son expresión del vicio de la lujuria. Si se cometen con menores, estos actos son un atentado aún más grave contra su integridad física y moral.
Son numerosos los medios de que disponemos para vivir la castidad: la gracia de Dios, la ayuda de los sacramentos, la oración, el conocimiento de uno mismo, la práctica de una ascesis adaptada a las diversas situaciones y el ejercicio de las virtudes morales, en particular de la virtud de la templanza, que busca que la razón sea la guía de las pasiones. También el sacrificio y la abnegación en cosas buenas y lícitas, pero a veces superfluas, puede ser de gran ayuda.
Pero recuerda, la castidad no es cuestión de no hacer ciertas cosas malas.
Es sobre todo cuestión de amar, de querer entregarte con corazón indiviso a otra persona, para siempre, cuando llegue el momento, y no irte entregando "en pedazos", que sólo te daña a ti y a los demás, o a buscarte sólo a ti mismo de manera egoísta.
Que María, la Virgen Purísima, te ayude a amar esta virtud de la castidad y, sobre todo, te de la valentía para amar a Dios sobre todas las cosas.
Tienes toda la razón al decir que la castidad es una virtud que tenemos que vivir todos y no sólo las personas consagradas a Dios. Lo que estos religiosos han hecho es comprometerse ante Dios y ante la Iglesia el vivir la virtud de la castidad como religiosos, es decir, renunciando por amor a Dios a formar una propia familia y a entregar su corazón al Señor y a todos los hermanos y buscando amar a Dios sobre todas las cosas con un amor exclusivo y fiel. Es la castidad consagrada.
La castidad, como nos recuerda el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica en el n. 488 es la positiva integración de la sexualidad en la persona. Es decir, la vivencia de nuestro ser varones o mujeres según el plan de Dios y de modo verdaderamente humano. Es decir, es la virtud que nos ayuda a amar a nuestros semejantes desde nuestra condición de hombres o mujeres, y relacionarnos con ellos con nuestro corazón, con nuestra mente y nuestra corporeidad.
La virtud de la castidad supone la adquisición del dominio de sí mismo, como expresión de libertad humana destinada al don de uno mismo a los demás. Tú hablas de tus luchas, y precisamente de esto se trata: de aprender a que no sean tus instintos los que tengan la última palabra, sino de humanizarlos plenamente haciendo que sigan la inteligencia y la voluntad libre. Para alcanzar la vivencia de la castidad es necesaria una integral y permanente educación, que se realiza en etapas graduales de crecimiento, según vamos madurando.
Como bien anotas, todos todos, siguiendo a Cristo modelo de castidad, están llamados a llevar una vida casta según el propio estado de vida: unos viviendo en la virginidad o en el celibato consagrado, modo eminente de dedicarse más fácilmente a Dios, con corazón indiviso; otros, si están casados, viviendo la castidad conyugal; los no casados, practicando la castidad en la continencia.
Son pecados gravemente contrarios a la castidad, cada uno según la naturaleza del propio objeto: el adulterio, la masturbación, la fornicación, la pornografía, la prostitución, el estupro o violación de una persona y los actos homosexuales.
Estos pecados son expresión del vicio de la lujuria. Si se cometen con menores, estos actos son un atentado aún más grave contra su integridad física y moral.
Son numerosos los medios de que disponemos para vivir la castidad: la gracia de Dios, la ayuda de los sacramentos, la oración, el conocimiento de uno mismo, la práctica de una ascesis adaptada a las diversas situaciones y el ejercicio de las virtudes morales, en particular de la virtud de la templanza, que busca que la razón sea la guía de las pasiones. También el sacrificio y la abnegación en cosas buenas y lícitas, pero a veces superfluas, puede ser de gran ayuda.
Pero recuerda, la castidad no es cuestión de no hacer ciertas cosas malas.
Es sobre todo cuestión de amar, de querer entregarte con corazón indiviso a otra persona, para siempre, cuando llegue el momento, y no irte entregando "en pedazos", que sólo te daña a ti y a los demás, o a buscarte sólo a ti mismo de manera egoísta.
Que María, la Virgen Purísima, te ayude a amar esta virtud de la castidad y, sobre todo, te de la valentía para amar a Dios sobre todas las cosas.
¿Son mis pecados señal de que no tengo vocación?
Estoy confundido y un poco triste. Desde hace un tiempo he estado pensando que quizás Dios quiere que yo sea sacerdote, pero tengo algunos problemas. He hecho algunas cosas malas (que nadie conoce). He usado Internet para ver imágenes malas y he cometido también actos impuros como consecuencia. Me he confesado, pero no dejo de hacerlo. No sé porqué. Pero me pregunto si esto no es un signo claro de que Dios no quiere que sea sacerdote.
Nuestra debilidad en el campo de nuestras tendencias sexuales puede ser humillante. Especialmente si sabemos que algo está mal pero no logramos entender por qué, si sabemos que está mal, ni podemos superarlo o resolverlo.
El hecho es que somos débiles. Es también un hecho que el demonio nos tienta. Es además un hecho que la posibilidad de acceder tan fácilmente y en privado a material inconveniente en Internet hace que nuestra debilidad sea más evidente. También hay que tomar en cuenta lo agresivo que es el ambiente de un mundo obsesionado por el sexo.
¿Cómo podemos vivir nuestra sexualidad según el plan de Dios?
Gracias a Dios, hay algunas cosas que puedes hacer.
En primer lugar, tienes que rezar y hacerlo bien. Dile a Dios por qué necesitas su ayuda. Cada vez que oras, o que vas a Misa y a la comunión, dile que eres muy débil para poder corregir por tus propias fuerzas tu problema. Necesitas su ayuda. Dile que lo necesitas para cambiarte en tu interior para que quieras lo que está bien y no sólo sepas qué es lo que está bien.
También es muy recomendable que tengas un buen director espiritual y un confesor al que acudas de manera ordinaria. Háblale con claridad del tipo de problema por el que estás pasando. Quizás te cueste al inicio, por lo que si te resulta muy difícil decirlo, escríbelo y que él lo lea. Dile que eso es lo que quisieras decir pero no puedes. Una vez que das ese primer paso, las cosas serán más fáciles.
Lo tercero que debes hacer es establecer con él un sistema para ver si vas progresando. Si la causa principal de nuestras caídas es nuestra debilidad, tenemos que tener algo que nos ayude a mantenernos a flote. Por ello, te recomiendo que seas muy concreto y que de centres en aquello que hará la diferencia: el tipo de páginas de Internet que visitas, con quién entras al internet, el tipo de mensajes que recibes, etc. Primero ocúpate de este aspecto. Después atiende a otros puntos, como tus pensamientos, etc. Hay que ir a las causas que suscitan tu debilidad.
Es recomendable que eches un vistazo a tus actividades, en qué ocupas tu tiempo. Asegúrate que hay una buena mezcla de actividades a lo largo del día: escuela, deporte, trabajo, oración, aficiones y actividades en equipo (por ejemplo un equipo de deportes, o en tu parroquia, o un grupo de música), etc. Cuanto más tiempo estés solo delante del monitor, será más probable que cedas a la tentación. Encuentra buenos amigos. Haced juntos cosas que valgan la pena. Mantente ocupado. Gran parte del problema está en tu cabeza, y frecuentemente lo que necesitas es un poco de oxígeno.
Estos son unos puntos para empezar. Por lo que me dices, parece que te has metido en algunos líos Seguramente requerirás una buena dosis de esfuerzo para salir, pero estoy seguro de que con la ayuda de Dios podrás superarlo y vivir como tú y Dios siempre habéis soñado. Tu director espiritual te ayudará mucho.
Nuestra debilidad en el campo de nuestras tendencias sexuales puede ser humillante. Especialmente si sabemos que algo está mal pero no logramos entender por qué, si sabemos que está mal, ni podemos superarlo o resolverlo.
El hecho es que somos débiles. Es también un hecho que el demonio nos tienta. Es además un hecho que la posibilidad de acceder tan fácilmente y en privado a material inconveniente en Internet hace que nuestra debilidad sea más evidente. También hay que tomar en cuenta lo agresivo que es el ambiente de un mundo obsesionado por el sexo.
¿Cómo podemos vivir nuestra sexualidad según el plan de Dios?
Gracias a Dios, hay algunas cosas que puedes hacer.
En primer lugar, tienes que rezar y hacerlo bien. Dile a Dios por qué necesitas su ayuda. Cada vez que oras, o que vas a Misa y a la comunión, dile que eres muy débil para poder corregir por tus propias fuerzas tu problema. Necesitas su ayuda. Dile que lo necesitas para cambiarte en tu interior para que quieras lo que está bien y no sólo sepas qué es lo que está bien.
También es muy recomendable que tengas un buen director espiritual y un confesor al que acudas de manera ordinaria. Háblale con claridad del tipo de problema por el que estás pasando. Quizás te cueste al inicio, por lo que si te resulta muy difícil decirlo, escríbelo y que él lo lea. Dile que eso es lo que quisieras decir pero no puedes. Una vez que das ese primer paso, las cosas serán más fáciles.
Lo tercero que debes hacer es establecer con él un sistema para ver si vas progresando. Si la causa principal de nuestras caídas es nuestra debilidad, tenemos que tener algo que nos ayude a mantenernos a flote. Por ello, te recomiendo que seas muy concreto y que de centres en aquello que hará la diferencia: el tipo de páginas de Internet que visitas, con quién entras al internet, el tipo de mensajes que recibes, etc. Primero ocúpate de este aspecto. Después atiende a otros puntos, como tus pensamientos, etc. Hay que ir a las causas que suscitan tu debilidad.
Es recomendable que eches un vistazo a tus actividades, en qué ocupas tu tiempo. Asegúrate que hay una buena mezcla de actividades a lo largo del día: escuela, deporte, trabajo, oración, aficiones y actividades en equipo (por ejemplo un equipo de deportes, o en tu parroquia, o un grupo de música), etc. Cuanto más tiempo estés solo delante del monitor, será más probable que cedas a la tentación. Encuentra buenos amigos. Haced juntos cosas que valgan la pena. Mantente ocupado. Gran parte del problema está en tu cabeza, y frecuentemente lo que necesitas es un poco de oxígeno.
Estos son unos puntos para empezar. Por lo que me dices, parece que te has metido en algunos líos Seguramente requerirás una buena dosis de esfuerzo para salir, pero estoy seguro de que con la ayuda de Dios podrás superarlo y vivir como tú y Dios siempre habéis soñado. Tu director espiritual te ayudará mucho.
¿Si fallo en la castidad debo dar por concluido mi proceso de discernimiento vocacional?
Soy un chico de 20 años y estoy en un proceso de discernimiento vocacional. Hace poco me dijo un amigo que basta tener una caída en el campo de la castidad para que sea mejor dejar de discernir la propia vocación al sacerdocio al menos por unos años. Yo no soy un ángel, e intento vivir castamente, pero a veces tengo mis caídas. ¿Es cierto que ya estaría vedado para mí el sacerdocio?
Gracias por tu pregunta. En primer lugar hay que decir que una persona no debe "tirar la toalla" en un proceso de discernimiento vocacional porque ha cometido un pecado. Lo que hay que hacer es arrepentirse sinceramente, pedir perdón a Dios en la confesión y seguir adelante con más humildad y más confianza.
Creo también, que hay que tener presente que el don de nuestra sexualidad es un gran regalo que Dios nos ha hecho y que, por lo mismo, no hay que verla como si fuera mala o, simplemente, un enemigo a vencer. Es verdad que, por el pecado original, hay en nosotros una especie de guerra civil por la que las pasiones a veces se rebelan y nos proponen hacer cosas que son contrarias al plan de Dios. Pero si vigilamos y oramos podemos vivir con alegría y serenidad nuestra masculinidad con todo lo que ella implica en el campo afectivo, psicológico, fisiológico, etc. como vemos en tantos hombres casados y célibes que son santos.
Nuestros pecados concretos nos pueden ayudar mucho a conocernos mejor y a percatarnos de lo frágiles que somos, pero nunca deben ser fuente de desaliento. Más bien nos muestran que tenemos que esforzarnos y trabajar duro para poder seguir fielmente a Cristo según nuestra vocación y, también, para caer en la cuenta de que podemos en un momento decirle a Cristo que lo amamos para venderlo al día siguiente y traicionarlo. De aquí se sacan lecciones muy valiosas.
Ahora bien, en el campo de los pecados contra la castidad, antes de meter al frigorífico o dar por concluido un proceso de discernimiento vocacional hay que tener en cuenta varios factores: el tipo de pecado cometido, si fue una cosa aislada o es un hábito contra el que estás luchando (o contra el que no estás luchando), las circunstancias que lo propiciaron, las consecuencias que pueden seguirse de él, etc. Para no errar, conviene que hables con franqueza y claridad con un buen confesor o director espiritual. Él te sabrá aconsejar convenientemente para seguir buscando tu vocación.
Aquí quizás los amigos no sean los mejores consejeros, pues, aunque tienen una buena voluntad enorme por lo general, no siempre tienen la experiencia necesaria para ayudarte.
Como regla general, si tienes un hábito de pecado muy arraigado, quizás convendría hacer un trabajo más serio por resolverlo antes de emprender el camino del sacerdocio. Si en cambio se trata de una falta tonta y aislada, quizás puedas recuperarte más rápidamente y además crecer en la humildad. Pero, nuevamente, la ayuda de tu confesor o de un director espiritual serán decisivos para no errar el camino.
En tu lucha por la pureza, no dejes de encomendarte a María y acercarte a la confesión y a la Eucaristía para fortalecerte para la lucha y vencer
Gracias por tu pregunta. En primer lugar hay que decir que una persona no debe "tirar la toalla" en un proceso de discernimiento vocacional porque ha cometido un pecado. Lo que hay que hacer es arrepentirse sinceramente, pedir perdón a Dios en la confesión y seguir adelante con más humildad y más confianza.
Creo también, que hay que tener presente que el don de nuestra sexualidad es un gran regalo que Dios nos ha hecho y que, por lo mismo, no hay que verla como si fuera mala o, simplemente, un enemigo a vencer. Es verdad que, por el pecado original, hay en nosotros una especie de guerra civil por la que las pasiones a veces se rebelan y nos proponen hacer cosas que son contrarias al plan de Dios. Pero si vigilamos y oramos podemos vivir con alegría y serenidad nuestra masculinidad con todo lo que ella implica en el campo afectivo, psicológico, fisiológico, etc. como vemos en tantos hombres casados y célibes que son santos.
Nuestros pecados concretos nos pueden ayudar mucho a conocernos mejor y a percatarnos de lo frágiles que somos, pero nunca deben ser fuente de desaliento. Más bien nos muestran que tenemos que esforzarnos y trabajar duro para poder seguir fielmente a Cristo según nuestra vocación y, también, para caer en la cuenta de que podemos en un momento decirle a Cristo que lo amamos para venderlo al día siguiente y traicionarlo. De aquí se sacan lecciones muy valiosas.
Ahora bien, en el campo de los pecados contra la castidad, antes de meter al frigorífico o dar por concluido un proceso de discernimiento vocacional hay que tener en cuenta varios factores: el tipo de pecado cometido, si fue una cosa aislada o es un hábito contra el que estás luchando (o contra el que no estás luchando), las circunstancias que lo propiciaron, las consecuencias que pueden seguirse de él, etc. Para no errar, conviene que hables con franqueza y claridad con un buen confesor o director espiritual. Él te sabrá aconsejar convenientemente para seguir buscando tu vocación.
Aquí quizás los amigos no sean los mejores consejeros, pues, aunque tienen una buena voluntad enorme por lo general, no siempre tienen la experiencia necesaria para ayudarte.
Como regla general, si tienes un hábito de pecado muy arraigado, quizás convendría hacer un trabajo más serio por resolverlo antes de emprender el camino del sacerdocio. Si en cambio se trata de una falta tonta y aislada, quizás puedas recuperarte más rápidamente y además crecer en la humildad. Pero, nuevamente, la ayuda de tu confesor o de un director espiritual serán decisivos para no errar el camino.
En tu lucha por la pureza, no dejes de encomendarte a María y acercarte a la confesión y a la Eucaristía para fortalecerte para la lucha y vencer
¿Renunciar al matrimonio?
A veces estoy totalmente convencida de que lo que realmente quiero para mí es entregarle toda mi vida a Dios a través de la opción por la vida religiosa, pero a veces me da miedo, o quizás "nostalgia", el hecho de tener que renunciar a la vida en matrimonio... ¿es normal que esto me suceda? ¿o es que realmente la vida consagrada no es lo mío?
Te puedo decir que es muy normal que tengas dudas o temores de diversa índole como lo que mencionas de tener que renunciar al matrimonio. Pero estas dudas y temores no deben alejarnos de buscar cumplir con la voluntad de Dios. Es decir, lo más importante en nuestra vida debe ser el buscar hacer lo que Dios nos pide porque ahí está el secreto de nuestra propia felicidad. Dios que nos ama tanto, a cada uno de nosotros nos prepara un camino, y eso es precisamente la vocación.
La vocación es ese camino que Dios nos prepara para ser felices. Y si Dios te llama para seguirle, ahí serás muy feliz, Mariana. Pídele fortaleza a Dios para seguir lo que Él te pide. También pídele mucha luz para que puedas ver con mayor claridad lo que quiere para ti.
Te puedo decir que es muy normal que tengas dudas o temores de diversa índole como lo que mencionas de tener que renunciar al matrimonio. Pero estas dudas y temores no deben alejarnos de buscar cumplir con la voluntad de Dios. Es decir, lo más importante en nuestra vida debe ser el buscar hacer lo que Dios nos pide porque ahí está el secreto de nuestra propia felicidad. Dios que nos ama tanto, a cada uno de nosotros nos prepara un camino, y eso es precisamente la vocación.
La vocación es ese camino que Dios nos prepara para ser felices. Y si Dios te llama para seguirle, ahí serás muy feliz, Mariana. Pídele fortaleza a Dios para seguir lo que Él te pide. También pídele mucha luz para que puedas ver con mayor claridad lo que quiere para ti.
¿Qué puedo hacer para ser casto?
Últimamente he estado pensando mucho en el sacerdocio. Sin embargo, todavía tiendo a pecar contra mi cuerpo. Algunos dicen que estos actos egoístas para buscar el placer son parte del crecimiento y que son algo normal, pues el cuerpo está lleno de hormonas y las pasiones surgen con cierta violencia. Un amigo me confió que un sacerdote le había dicho que la masturbación no era pecado si no abusamos de ella ni dañamos a nadie en el proceso. Es verdad que uno se siente menos nervioso después de hacerlo, pero sigo convencido de que está mal. ¿Cómo puedo superar esto? ¿Cómo logra un sacerdote vivir su pureza corporal? Estas preguntas son el tipo de temas que por lo general se evita en las homilías Sé que la oración es muy importante y que mantenerse permanentemente ocupado ayuda, pero, además de esto, ¿qué puedo hacer para ser casto?
Primero veamos si el consejo que recibió tu amigo coincide con lo que la Iglesia enseña, y después pasamos a algunos puntos prácticos.
El Catecismo de la Iglesia Católica (nº 2352) nos dice que «el Magisterio de la Iglesia, de acuerdo con una tradición constante, como el sentido moral de los fieles (por ejemplo, tú sigues convencido de que está mal aún no obstante lo que te dijo tu amigo), han afirmado sin ninguna duda que la masturbación es un acto intrínseca y gravemente desordenado. El uso deliberado de la facultad sexual fuera de las relaciones conyugales normales contradice a su finalidad, sea cual fuere el motivo que lo determine».
Esto quiere decir que la masturbación en sí misma es materia grave. Pero para que haya un pecado mortal, además de la materia grave se requiere pleno conocimiento y pleno consentimiento. El Catecismo dice que para juzgar la responsabilidad moral del individuo (y por lo tanto, la gravedad del pecado que comete) « ha de tenerse en cuenta la inmadurez afectiva, la fuerza de los hábitos contraídos, el estado de angustia u otros factores psíquicos o sociales que reducen, e incluso anulan la culpabilidad moral».
¿Y qué debes hacer desde aquí? Creo que en primer lugar tienes que darte cuenta que tienes dos grandes puntos a tu favor. Primero, tu conciencia funciona, pues sabes lo que está bien y lo que está mal y no te inventas excusas para justificarte, y segundo, quieres cambiar. Esto es determinante.
En segundo lugar, tienes que aceptar que estás luchando contra un hábito que tiene que ver con instintos profundos que son parte de nuestra naturaleza humana. Así que el cambio no se dará ordinariamente en un abrir y cerrar de ojos: requerirá paciencia Pero no una paciencia pasiva, que no hace nada, sino más bien un propósito firme, renovado cada día de trabajar, sabiendo que el progreso quizás tarde más de lo que quisieras. En cierta forma, estas reconstruyendo el hombre que eres.
En tercer lugar tienes que ver la belleza de lo que quieres ser. Independientemente de lo que Dios quiere quiera que seas: esposo y padre, o sacerdote, tú quieres ser puro, dueño de ti mismo, capaz de entregarte totalmente y ser lo mejor que puedas para la persona o la Persona a quien entregarás tu vida. Ten fresco delante de los ojos el ideal y lucha por conquistarlo: un esposo y padre fuerte y fiel; un sacerdote fuerte y fiel.
Ahora pasamos a algunas cosas prácticas. Con cierta frecuencia un chico ha adquirido el hábito de la masturbación antes de darse cuenta de que está mal, así que tiene que vencer un hábito. Un hábito se forma repitiendo ciertas acciones, y se vence sustituyéndolas con otras acciones. Lo que puede ser frustrante de los hábitos es que los hacemos sin pensar, y cuando nos damos cuenta de ello ya hemos hecho lo que queríamos evitar. Es como una persona que quiere quitarse un tic nunca sucede de un día para otro. Cada vez que te detienes antes de ceder a tus pasiones, cada vez evitas las ocasiones, te vas acercando a formar el hábito de la pureza y del dominio de ti mismo. Tienes que pensar más en estos pequeños pasos positivos que en tus fallos.
Haciendo esto, empezarás a reducir la frecuencia de tus caídas. Junto a esto, tienes que asegurarte que reduces tu contacto o evitas lo que puede estimular tus pasiones (lo que lees y observas, las conversaciones con tus amigos, lo que piensas, las páginas de Internet que visitas)
Y sobre todo, debes asegúrate que no te obsesionas con el problema. Aprende a mandar a volar la tentación y poner tu mente en otras cosas; asegúrate que tu vida es saludable, con suficiente ejercicio, buenas amistades. No hagas cosas que podrían ponerte en una situación de depresión, melancolía, tristeza. Evita la pereza o el no hacer nada.
En todo este esfuerzo, es decisivo que no luches solo. Pide a Dios su ayuda. Acércate frecuentemente a la confesión, participa en la Misa incluso entre semana y recibe a Cristo en la comunión. Confía tu pureza a María y, sobre todo, busca conocer a Jesucristo y corresponder a su amistad.
Primero veamos si el consejo que recibió tu amigo coincide con lo que la Iglesia enseña, y después pasamos a algunos puntos prácticos.
El Catecismo de la Iglesia Católica (nº 2352) nos dice que «el Magisterio de la Iglesia, de acuerdo con una tradición constante, como el sentido moral de los fieles (por ejemplo, tú sigues convencido de que está mal aún no obstante lo que te dijo tu amigo), han afirmado sin ninguna duda que la masturbación es un acto intrínseca y gravemente desordenado. El uso deliberado de la facultad sexual fuera de las relaciones conyugales normales contradice a su finalidad, sea cual fuere el motivo que lo determine».
Esto quiere decir que la masturbación en sí misma es materia grave. Pero para que haya un pecado mortal, además de la materia grave se requiere pleno conocimiento y pleno consentimiento. El Catecismo dice que para juzgar la responsabilidad moral del individuo (y por lo tanto, la gravedad del pecado que comete) « ha de tenerse en cuenta la inmadurez afectiva, la fuerza de los hábitos contraídos, el estado de angustia u otros factores psíquicos o sociales que reducen, e incluso anulan la culpabilidad moral».
¿Y qué debes hacer desde aquí? Creo que en primer lugar tienes que darte cuenta que tienes dos grandes puntos a tu favor. Primero, tu conciencia funciona, pues sabes lo que está bien y lo que está mal y no te inventas excusas para justificarte, y segundo, quieres cambiar. Esto es determinante.
En segundo lugar, tienes que aceptar que estás luchando contra un hábito que tiene que ver con instintos profundos que son parte de nuestra naturaleza humana. Así que el cambio no se dará ordinariamente en un abrir y cerrar de ojos: requerirá paciencia Pero no una paciencia pasiva, que no hace nada, sino más bien un propósito firme, renovado cada día de trabajar, sabiendo que el progreso quizás tarde más de lo que quisieras. En cierta forma, estas reconstruyendo el hombre que eres.
En tercer lugar tienes que ver la belleza de lo que quieres ser. Independientemente de lo que Dios quiere quiera que seas: esposo y padre, o sacerdote, tú quieres ser puro, dueño de ti mismo, capaz de entregarte totalmente y ser lo mejor que puedas para la persona o la Persona a quien entregarás tu vida. Ten fresco delante de los ojos el ideal y lucha por conquistarlo: un esposo y padre fuerte y fiel; un sacerdote fuerte y fiel.
Ahora pasamos a algunas cosas prácticas. Con cierta frecuencia un chico ha adquirido el hábito de la masturbación antes de darse cuenta de que está mal, así que tiene que vencer un hábito. Un hábito se forma repitiendo ciertas acciones, y se vence sustituyéndolas con otras acciones. Lo que puede ser frustrante de los hábitos es que los hacemos sin pensar, y cuando nos damos cuenta de ello ya hemos hecho lo que queríamos evitar. Es como una persona que quiere quitarse un tic nunca sucede de un día para otro. Cada vez que te detienes antes de ceder a tus pasiones, cada vez evitas las ocasiones, te vas acercando a formar el hábito de la pureza y del dominio de ti mismo. Tienes que pensar más en estos pequeños pasos positivos que en tus fallos.
Haciendo esto, empezarás a reducir la frecuencia de tus caídas. Junto a esto, tienes que asegurarte que reduces tu contacto o evitas lo que puede estimular tus pasiones (lo que lees y observas, las conversaciones con tus amigos, lo que piensas, las páginas de Internet que visitas)
Y sobre todo, debes asegúrate que no te obsesionas con el problema. Aprende a mandar a volar la tentación y poner tu mente en otras cosas; asegúrate que tu vida es saludable, con suficiente ejercicio, buenas amistades. No hagas cosas que podrían ponerte en una situación de depresión, melancolía, tristeza. Evita la pereza o el no hacer nada.
En todo este esfuerzo, es decisivo que no luches solo. Pide a Dios su ayuda. Acércate frecuentemente a la confesión, participa en la Misa incluso entre semana y recibe a Cristo en la comunión. Confía tu pureza a María y, sobre todo, busca conocer a Jesucristo y corresponder a su amistad.
¿Puedo vivir la castidad durante toda mi vida?
Después de una plática en un retiro he sentido que Dios me llama a consagrarme a él. Me da un poco de miedo, pero no quiero responderle a Cristo con un no. Sin embargo, me inquieta un poco el hecho que me cueste mucho vivir la castidad. No me puedo imaginar que un día tenga el Cuerpo de Cristo en mis manos siendo que con facilidad cometo actos impuros yo solo y no logro superar este defecto. ¿Cómo puedo vivir la castidad para responder al llamado de Dios?
Te felicito sinceramente por tu deseo de responderle a Jesucristo y, al mismo tiempo, por tu valentía para afrontar el tema tan delicado de la coherencia en el seguimiento del Señor. Sin duda es una excelente señal que quieras vivir de manera digna del llamado que perciben en tu interior, pero incluso digna de tu condición de cristiano, que es por el bautismo un templo del Espíritu Santo.
Me preguntas cómo puedes vencer las tentaciones de faltar al respeto a tu cuerpo para emprender el camino del sacerdocio. Quizás te pueda ayudar una imagen que se encuentra en la basílica de San Francisco, en la ciudad de Asís, en Italia:
En ella hay una torre blanca, con una mujer muy hermosa arriba. La torre está rodeada por una muralla, en la que están apostados dos arqueros. Alrededor de la muralla hay un foso, con su clásico puente levadiso y dos soladados de barbas blancas con las espadas desenvainadas. Este fresco, según me explicó un día un fraile, representa la castidad.
Se trata de una virtud muy hermosa y positiva, que hay que vivir con intensidad, pero que también hay que proteger. Por ello está en una torre, y cuando ve desde lejos que viene una tentación (no es verdad que es relativamente fácil darse cuenta de cuando se aproxima una dificultad: imagen, pensamiento, deseo, etc.), avisa y pone en acción a los arqueros, quienes empiezan a disparar al enemigo mientras éste se encuentra lejos. Generalmente el enemigo sucumbe ahí.
Si los arqueros fallan, todavía están los soldados, que tienen la barba blanca porque han peleado muchas batallas... Pero si los soldados fallan y la tentación penetra la muralla, es decir, cuando ya has dialogado con la tentación, difícilmente la virtud podrá huir: ¡está en una torre de la que no hay escapatoria!
Así pues, para vivir la castidad, por una parte hay que vigilar y orar. Tú sabes cuándo te cuesta más vivir esta virtud. Tú conoces cuándo te suelen llegar las tentaciones... pues es entonces donde hay que poner a los arqueros a trabajar. No dialogues. Aquí el más valiente es el que huye.
Ésta es la parte negativa... Además está la parte positiva, que te lleva a amar a Cristo, amar a los demás, a entregarte plenamente a los demás, a tu misión...
Espero que esto te sirva en tu lucha por vivir esta virtud tan hermosa. Ciertamente, tentaciones seguirás teniendo, pero si tú te alimentas seguido de la Eucaristía, evitas las ocasiones de pecado, cultivas buenas amistades, buenas lecturas, ver cosas buenas, se te irá haciendo más fácil. Acude también frecuentemente a la confesión y, si te es posible, habla de estos temas con un buen director espiritual, quien te ayudará a prepararte para responder con valentía al llamado de Dios con esa coherencia que anhelas.
Te encomiendo a María, la Virgen Purísima, para que ella te acompañe en tu lucha por ser dueño de ti mismo y darte sin freno al amor de Cristo.
Te felicito sinceramente por tu deseo de responderle a Jesucristo y, al mismo tiempo, por tu valentía para afrontar el tema tan delicado de la coherencia en el seguimiento del Señor. Sin duda es una excelente señal que quieras vivir de manera digna del llamado que perciben en tu interior, pero incluso digna de tu condición de cristiano, que es por el bautismo un templo del Espíritu Santo.
Me preguntas cómo puedes vencer las tentaciones de faltar al respeto a tu cuerpo para emprender el camino del sacerdocio. Quizás te pueda ayudar una imagen que se encuentra en la basílica de San Francisco, en la ciudad de Asís, en Italia:
En ella hay una torre blanca, con una mujer muy hermosa arriba. La torre está rodeada por una muralla, en la que están apostados dos arqueros. Alrededor de la muralla hay un foso, con su clásico puente levadiso y dos soladados de barbas blancas con las espadas desenvainadas. Este fresco, según me explicó un día un fraile, representa la castidad.
Se trata de una virtud muy hermosa y positiva, que hay que vivir con intensidad, pero que también hay que proteger. Por ello está en una torre, y cuando ve desde lejos que viene una tentación (no es verdad que es relativamente fácil darse cuenta de cuando se aproxima una dificultad: imagen, pensamiento, deseo, etc.), avisa y pone en acción a los arqueros, quienes empiezan a disparar al enemigo mientras éste se encuentra lejos. Generalmente el enemigo sucumbe ahí.
Si los arqueros fallan, todavía están los soldados, que tienen la barba blanca porque han peleado muchas batallas... Pero si los soldados fallan y la tentación penetra la muralla, es decir, cuando ya has dialogado con la tentación, difícilmente la virtud podrá huir: ¡está en una torre de la que no hay escapatoria!
Así pues, para vivir la castidad, por una parte hay que vigilar y orar. Tú sabes cuándo te cuesta más vivir esta virtud. Tú conoces cuándo te suelen llegar las tentaciones... pues es entonces donde hay que poner a los arqueros a trabajar. No dialogues. Aquí el más valiente es el que huye.
Ésta es la parte negativa... Además está la parte positiva, que te lleva a amar a Cristo, amar a los demás, a entregarte plenamente a los demás, a tu misión...
Espero que esto te sirva en tu lucha por vivir esta virtud tan hermosa. Ciertamente, tentaciones seguirás teniendo, pero si tú te alimentas seguido de la Eucaristía, evitas las ocasiones de pecado, cultivas buenas amistades, buenas lecturas, ver cosas buenas, se te irá haciendo más fácil. Acude también frecuentemente a la confesión y, si te es posible, habla de estos temas con un buen director espiritual, quien te ayudará a prepararte para responder con valentía al llamado de Dios con esa coherencia que anhelas.
Te encomiendo a María, la Virgen Purísima, para que ella te acompañe en tu lucha por ser dueño de ti mismo y darte sin freno al amor de Cristo.
¿Puedo ser seminarista si me gustan mucho las mujeres?
Padre,
Hace poco le escuché en una de sus misas dominicales. Y desde entonces he escuchado una voz en mi interior que me pide que le haga esta pregunta. Como no me atrevo todavía a hacerlo en persona, se lo hago por este medio...
Siento que Dios quiere que entre al seminario. No sé si tengo vocación al sacerdocio o no, pero Dios quiere que dé este paso para discernir. Sólo que hay un problema... ¿puedo ser seminarista si me gustan mucho las mujeres? Si sirve la información, tengo 19 años.
Gracias por enviarme esta nota. Me alegro que Dios nuestro Señor se valga de un pobre instrumento como somos todos los sacerdotes para hacer resonar en tu conciencia su voz.
Me parece que tu actitud es muy valiente y generosa, de darle a Dios siempre lo que él pida. Nunca te vas a arrepentir de tratar así con el Señor, porque Él nunca se deja ganar en generosidad. Pídele a María que te conserve este estilo de seguir a Cristo toda la vida.
Respecto a tu pregunta... Más bien sería desaconsejable que entraras al seminario si no te gustaran las mujeres. Dios llama a su santo servicio a hombres normales, con su corazón, mente, fuerza, pasiones, debilidades, etc. y un elemento muy importante de nuestra condición de varones es nuestra sexualidad y el atractivo por el sexo opuesto.
Naturalmente, el joven que recibe el llamado de Dios y lo acepta, debe ir encausando este atractivo y estas pasiones hacia un Amor más grande, para no limitarse a amar a una sola mujer y unos hijos, sino para amar a todos los hombres y mujeres como Cristo los amó, ejerciendo una auténtica paternidad espiritual.
Durante el período de formación en el seminario, el aspirante al sacerdocio debe consolidar y dar ciertas garantías de que podrá vivir una vida célibe y será fiel a su compromiso de castidad consagrada. Si un muchacho ve que no le será posible dar una orientación a sus pasiones de acuerdo con su vocación, es mejor que no dé el paso al sacerdocio. Pero si te gustan las mujeres, creo que puedes tener excelente madera para sacerdote.
Hace poco le escuché en una de sus misas dominicales. Y desde entonces he escuchado una voz en mi interior que me pide que le haga esta pregunta. Como no me atrevo todavía a hacerlo en persona, se lo hago por este medio...
Siento que Dios quiere que entre al seminario. No sé si tengo vocación al sacerdocio o no, pero Dios quiere que dé este paso para discernir. Sólo que hay un problema... ¿puedo ser seminarista si me gustan mucho las mujeres? Si sirve la información, tengo 19 años.
Gracias por enviarme esta nota. Me alegro que Dios nuestro Señor se valga de un pobre instrumento como somos todos los sacerdotes para hacer resonar en tu conciencia su voz.
Me parece que tu actitud es muy valiente y generosa, de darle a Dios siempre lo que él pida. Nunca te vas a arrepentir de tratar así con el Señor, porque Él nunca se deja ganar en generosidad. Pídele a María que te conserve este estilo de seguir a Cristo toda la vida.
Respecto a tu pregunta... Más bien sería desaconsejable que entraras al seminario si no te gustaran las mujeres. Dios llama a su santo servicio a hombres normales, con su corazón, mente, fuerza, pasiones, debilidades, etc. y un elemento muy importante de nuestra condición de varones es nuestra sexualidad y el atractivo por el sexo opuesto.
Naturalmente, el joven que recibe el llamado de Dios y lo acepta, debe ir encausando este atractivo y estas pasiones hacia un Amor más grande, para no limitarse a amar a una sola mujer y unos hijos, sino para amar a todos los hombres y mujeres como Cristo los amó, ejerciendo una auténtica paternidad espiritual.
Durante el período de formación en el seminario, el aspirante al sacerdocio debe consolidar y dar ciertas garantías de que podrá vivir una vida célibe y será fiel a su compromiso de castidad consagrada. Si un muchacho ve que no le será posible dar una orientación a sus pasiones de acuerdo con su vocación, es mejor que no dé el paso al sacerdocio. Pero si te gustan las mujeres, creo que puedes tener excelente madera para sacerdote.
¿Puede mi adicción a la pornografía afectar mi vocación?
Creo que Dios me llama al matrimonio, que también es una vocación. Pero tengo un problema: una y otra vez me meto a Internet y veo pornografía. A veces mis amigos me mandan fotos. Sinceramente creo que soy adicto, pues es casi una necesidad encontrar cosas provocativas. Esto luego me lleva a otras cosas. ¿Puede esta adicción a la pornografía afectar mi vocación (al matrimonio)?
Tu pregunta es muy actual, pues, desgraciadamente vivimos en una cultura en la que hay una enorme confusión sobre la sexualidad que repercute en todos los ámbitos de la vida social. Las enfermedades venéreas, el abuso sexual a menores, redes de depredadores en Internet, el divorcio y la cohabitación son sólo algunos de los indicadores que delatan una sociedad disfuncional y que están a un nivel muy alto. Pero una de las causas de todas estas tragedias está en una industria de billones de dólares que contamina nuestros hogares a través de Internet o alguno de los medios de comunicación.
Para responderte, voy a aprovechar algunos puntos de un artículo de Mons. Charles J. Chapul, de Denver, Colorado, pues me parece que es muy certero en sus comentarios.
La pornografía envenena el corazón humano, la imaginación y el alma tanto como podía hacerlo una fábrica de algún país comunista antes de la caída del telón de acero o el derrame de crudo de un barco que naufraga como los tristemente famosos Exxon-Valdez en Alaska o el Prestige en Galicia. Sólo que sus consecuencias son mucho más devastadoras.
Algunos se excusan diciendo que la pornografía no daña porque es un asunto personal, que uno hace solo. Pero tú mismo, con tu pregunta y tu temor por tu futuro, te das cuenta de que la pornografía nunca es un modo inocente de entretenimiento, aunque parezca que pueda ser algo privado. La pornografía convierte a seres humanos en objetos. Hace burdos e incluso rudos nuestros apetitos y pasiones. Oscurece nuestra habilidad para percibir la verdadera belleza humana, especialmente la belleza del cuerpo humano. También suscita expectativas imposibles sobre la intimidad sexual. Mata la posibilidad de un romance y amistad duraderos entre los sexos. Y, finalmente, es todo una mentira y una trampa. La pornografía es una caricatura, un intento de copia barata, rápida y vacía de la realidad: la alegría de la intimidad sexual entre un hombre y una mujer que han unido sus vidas por amor en el matrimonio.
Como puedes percibir, la pornografía es un veneno para el corazón. Independientemente de tu vocación, sea al matrimonio o al sacerdocio, tienes que tomar la decisión seria de dejar de usar este veneno, pues te daña seriamente. No es por ser puritanos, sino porque de verdad frena tu capacidad de amar y te hace una persona inmadura.
Te recomiendo mucho la carta del obispo Mons. Robert Finn, de Kansas City, Estados Unidos, en la que informa de los fines de la pornografía, revela el daño que hace a las personas que acceden a ella y da algunas sugerencias muy válidas para lograr superar una posible adicción. La puedes encontrar en www.diocese-kcsj.org.
Acércate a María, la Virgen Purísima y Madre del Amor hermoso. Que Ella te ayude en tu lucha para tener un corazón puro y así poder ver a Dios y reflejar su presencia en un mundo que tanto lo necesita. Esto será lo mejor que puedes hacer para poder emprender el camino para servir al Señor el regalo más hermoso que puedes darle a tu mujer y a los hijos que Dios quiera concederte.
Cuenta con mis oraciones.
Tu pregunta es muy actual, pues, desgraciadamente vivimos en una cultura en la que hay una enorme confusión sobre la sexualidad que repercute en todos los ámbitos de la vida social. Las enfermedades venéreas, el abuso sexual a menores, redes de depredadores en Internet, el divorcio y la cohabitación son sólo algunos de los indicadores que delatan una sociedad disfuncional y que están a un nivel muy alto. Pero una de las causas de todas estas tragedias está en una industria de billones de dólares que contamina nuestros hogares a través de Internet o alguno de los medios de comunicación.
Para responderte, voy a aprovechar algunos puntos de un artículo de Mons. Charles J. Chapul, de Denver, Colorado, pues me parece que es muy certero en sus comentarios.
La pornografía envenena el corazón humano, la imaginación y el alma tanto como podía hacerlo una fábrica de algún país comunista antes de la caída del telón de acero o el derrame de crudo de un barco que naufraga como los tristemente famosos Exxon-Valdez en Alaska o el Prestige en Galicia. Sólo que sus consecuencias son mucho más devastadoras.
Algunos se excusan diciendo que la pornografía no daña porque es un asunto personal, que uno hace solo. Pero tú mismo, con tu pregunta y tu temor por tu futuro, te das cuenta de que la pornografía nunca es un modo inocente de entretenimiento, aunque parezca que pueda ser algo privado. La pornografía convierte a seres humanos en objetos. Hace burdos e incluso rudos nuestros apetitos y pasiones. Oscurece nuestra habilidad para percibir la verdadera belleza humana, especialmente la belleza del cuerpo humano. También suscita expectativas imposibles sobre la intimidad sexual. Mata la posibilidad de un romance y amistad duraderos entre los sexos. Y, finalmente, es todo una mentira y una trampa. La pornografía es una caricatura, un intento de copia barata, rápida y vacía de la realidad: la alegría de la intimidad sexual entre un hombre y una mujer que han unido sus vidas por amor en el matrimonio.
Como puedes percibir, la pornografía es un veneno para el corazón. Independientemente de tu vocación, sea al matrimonio o al sacerdocio, tienes que tomar la decisión seria de dejar de usar este veneno, pues te daña seriamente. No es por ser puritanos, sino porque de verdad frena tu capacidad de amar y te hace una persona inmadura.
Te recomiendo mucho la carta del obispo Mons. Robert Finn, de Kansas City, Estados Unidos, en la que informa de los fines de la pornografía, revela el daño que hace a las personas que acceden a ella y da algunas sugerencias muy válidas para lograr superar una posible adicción. La puedes encontrar en www.diocese-kcsj.org.
Acércate a María, la Virgen Purísima y Madre del Amor hermoso. Que Ella te ayude en tu lucha para tener un corazón puro y así poder ver a Dios y reflejar su presencia en un mundo que tanto lo necesita. Esto será lo mejor que puedes hacer para poder emprender el camino para servir al Señor el regalo más hermoso que puedes darle a tu mujer y a los hijos que Dios quiera concederte.
Cuenta con mis oraciones.
¿Puede Dios quitarme la vocación porque tengo problemas para mantenerme puro?
Estoy en un proceso de discernimiento de mi vocación. Creo que Dios me puede llamar al sacerdocio. Sin embargo, siento que mi vocación se va esfumando porque tengo problemas para mantenerme puro. ¿Puede Dios quitarme la vocación por mis actos y pecados?
No quisiera entrar en el problema teórico de si Dios podría o no quitarte la vocación por tus actos. Dios es Dios y los dones que dan son irrevocables, es decir, no se arrepiente de haberlos hecho. Pero detrás de tu pregunta hay otra de carácter práctico-vivencial: ¿debo seguir por el camino de la vocación al sacerdocio teniendo estas dificultades? ¿merece la pena incluso intentarlo si no logro ser dueño de mí mismo y de mis pasiones?
Evidentemente un mensaje como éste no es el mejor lugar para poder resolver estas interrogantes. Por ello, te daré algunas pistas para que analices este tema con tu confesor o tu director espiritual, de manera que puedas llegar a conclusiones adecuadas que puedan guiar tu vida y definir el modo en que Cristo quiere que le sigas.
En primer lugar habría que analizar si estas dificultades las has tenido desde hace tiempo o si han empezado recientemente, si te has encontrado con ellas cuando estabas ya en un proceso de discernimiento o ya las tenías antes. En el caso de que haya empezado hace poco esta dificultad, convendría descubrir qué ha sido lo que las ha "desencadenado"; si más bien es algo con el que llevas tiempo "convivendo", sería prudente determinar si las estás combatiendo, cómo, y qué progresos has logrado para ir venciendo. También sería importante que vieras con tu director espiritual o confesor la naturaleza de estas faltas: si son sólo de pensamiento o si también lleva a actos; si tienen que ver con el uso de internet u otros medios de comunicación; si son actos a los que te entregas solo o acompañado, y si con otras personas si es con alguien de distinto sexo o del mismo, etc. Un factor que también es decisivo es la frecuencia con la que aparecen en tu vida estas caídas: no es lo mismo un fallo por despiste, debilidad momentánea o, incluso, falta de conocimiento de ti mismo, que un hábito bien arraigado.
Ayudaría mucho también que examinaras la raíz de donde provienen tus faltas. A veces las caídas en el campo de la castidad no tienen su origen en la lujuria, sino en factores como el uso (o abuso) del alcohol, la presión de los amigos, etc. También conviene que conozcas y hables de posibles influencias que te llevan a perder tu pureza: amigos, sitios de internet que visitas, lugares que frecuentas, etc. Aunque en este caso no se trate de la "raíz" de las faltas, sí pueden constituir ocasiones de pecado, en las que puedes ponerte en peligro.
Al analizar estos puntos con tu director espiritual u orientador vocacional, tú podrás decidir prudentemente si conviene que intentes el camino del sacerdocio o bien si es mejor que des por concluido el proceso de discernimiento. Incluso un joven que pudiera estar ya en el seminario, pero que no lograra superar estos aspectos, debería diferir la ordenación sacerdotal hasta que tenga bien afianzada la virtud de la pureza o, incluso, si no logra avanzar, servir al Señor en otro camino.
Hay otra parte de la pregunta sobre la que quisiera prevenirte... El sentimiento de que tu vocación se "esfuma" no puede ser nunca visto como un castigo de Dios por tus pecados. Dios no es vengativo. Como decía al inicio, Él da sus dones incondicionalmente. Lo que sí podría ser es que, por tus faltas, puedas ir descubriendo que lo que Dios te pedía realmente no era el camino del sacerdocio... pero no es que te quite un don. Si fuera así, fácilmente caeríamos en la desesperación.
Por otra parte, Dios no quiere que vivamos anclados al pasado. Más bien, quiere que, como san Pablo, dejemos de lado lo que ha quedado atrás, y nos dispongamos a vivir y amar en el momento presente, para tratar de alcanzar a Cristo, que nos ha alcanzado primero. Así, si nosotros "metemos la pata", como se dice vulgarmente, en el cumplimiento de la misión, Dios sigue trabajando y puede sacar bien del mal, darnos una misión nueva partiendo de la que nos había dado y que nosotros no supimos cumplir. Así trabaja Dios, y así hay que vivir, llenos de esperanza.
Perdona que me haya alargado tanto. Ten la seguridad de que te encomendaré para que seas un hombre puro, de una sola pieza, capaz de amar a Cristo como Él quiere que lo ames.
No quisiera entrar en el problema teórico de si Dios podría o no quitarte la vocación por tus actos. Dios es Dios y los dones que dan son irrevocables, es decir, no se arrepiente de haberlos hecho. Pero detrás de tu pregunta hay otra de carácter práctico-vivencial: ¿debo seguir por el camino de la vocación al sacerdocio teniendo estas dificultades? ¿merece la pena incluso intentarlo si no logro ser dueño de mí mismo y de mis pasiones?
Evidentemente un mensaje como éste no es el mejor lugar para poder resolver estas interrogantes. Por ello, te daré algunas pistas para que analices este tema con tu confesor o tu director espiritual, de manera que puedas llegar a conclusiones adecuadas que puedan guiar tu vida y definir el modo en que Cristo quiere que le sigas.
En primer lugar habría que analizar si estas dificultades las has tenido desde hace tiempo o si han empezado recientemente, si te has encontrado con ellas cuando estabas ya en un proceso de discernimiento o ya las tenías antes. En el caso de que haya empezado hace poco esta dificultad, convendría descubrir qué ha sido lo que las ha "desencadenado"; si más bien es algo con el que llevas tiempo "convivendo", sería prudente determinar si las estás combatiendo, cómo, y qué progresos has logrado para ir venciendo. También sería importante que vieras con tu director espiritual o confesor la naturaleza de estas faltas: si son sólo de pensamiento o si también lleva a actos; si tienen que ver con el uso de internet u otros medios de comunicación; si son actos a los que te entregas solo o acompañado, y si con otras personas si es con alguien de distinto sexo o del mismo, etc. Un factor que también es decisivo es la frecuencia con la que aparecen en tu vida estas caídas: no es lo mismo un fallo por despiste, debilidad momentánea o, incluso, falta de conocimiento de ti mismo, que un hábito bien arraigado.
Ayudaría mucho también que examinaras la raíz de donde provienen tus faltas. A veces las caídas en el campo de la castidad no tienen su origen en la lujuria, sino en factores como el uso (o abuso) del alcohol, la presión de los amigos, etc. También conviene que conozcas y hables de posibles influencias que te llevan a perder tu pureza: amigos, sitios de internet que visitas, lugares que frecuentas, etc. Aunque en este caso no se trate de la "raíz" de las faltas, sí pueden constituir ocasiones de pecado, en las que puedes ponerte en peligro.
Al analizar estos puntos con tu director espiritual u orientador vocacional, tú podrás decidir prudentemente si conviene que intentes el camino del sacerdocio o bien si es mejor que des por concluido el proceso de discernimiento. Incluso un joven que pudiera estar ya en el seminario, pero que no lograra superar estos aspectos, debería diferir la ordenación sacerdotal hasta que tenga bien afianzada la virtud de la pureza o, incluso, si no logra avanzar, servir al Señor en otro camino.
Hay otra parte de la pregunta sobre la que quisiera prevenirte... El sentimiento de que tu vocación se "esfuma" no puede ser nunca visto como un castigo de Dios por tus pecados. Dios no es vengativo. Como decía al inicio, Él da sus dones incondicionalmente. Lo que sí podría ser es que, por tus faltas, puedas ir descubriendo que lo que Dios te pedía realmente no era el camino del sacerdocio... pero no es que te quite un don. Si fuera así, fácilmente caeríamos en la desesperación.
Por otra parte, Dios no quiere que vivamos anclados al pasado. Más bien, quiere que, como san Pablo, dejemos de lado lo que ha quedado atrás, y nos dispongamos a vivir y amar en el momento presente, para tratar de alcanzar a Cristo, que nos ha alcanzado primero. Así, si nosotros "metemos la pata", como se dice vulgarmente, en el cumplimiento de la misión, Dios sigue trabajando y puede sacar bien del mal, darnos una misión nueva partiendo de la que nos había dado y que nosotros no supimos cumplir. Así trabaja Dios, y así hay que vivir, llenos de esperanza.
Perdona que me haya alargado tanto. Ten la seguridad de que te encomendaré para que seas un hombre puro, de una sola pieza, capaz de amar a Cristo como Él quiere que lo ames.
¿Puede ser sacerdote un joven con tendencias homosexuales?
Para que el llamado de Dios sea auténtico (o sea, venga efectivamente de Dios) se requiere: idoneidad física y psíquica, idoneidad intelectual e idoneidad moral.
Si lo que llamas 'atracción' hacia jóvenes del mismo sexo es sólo una tentación pasajera, tal vez propia de alguna etapa evolutiva que puede presentarse en algunas personas (esto se pone de manifiesto en que es fácilmente rechazada, no llega a perturbar la conciencia más de cuanto lo puede hacer cualquier tipo de tentación y desaparece con el tiempo), no parecería haber ningún problema. Pero si en cambio se trata de una 'inclinación' propiamente dicha, firme y arraigada, fuente constante de tentaciones, aunque no estemos ante una persona abiertamente 'homosexual', sin embargo, tal inclinación es signo de que no hay idoneidad moral (Puede leer al respecto de Pablo VI: Sacerdotalis coelibatus, especialmente el n. 64; y de Pío XI: Ad Catholici sacerdotii, especialmente el n. 55).
Para el sacerdocio es fundamental la vida del celibato y la posibilidad de vivirlo con serenidad y sin dramaticidad. La tendencia homosexual es una desviación de orden afectivo y si es consentida se convierte en pecado grave contra la castidad (ya sea de pensamiento o de obra). Es claro que es un signo de manifiesta falta de idoneidad para la vida consagrada (no sólo por el hecho de que el seminarista, el sacerdote o el religioso convivirá con personas de su mismo sexo lo que sería para él 'ocasión próxima de pecado', sino porque esta desviación es en sí un desvío afectivo). El Papa Juan Pablo II ha abordado en varias ocasione este tema. Creo que es muy importante lo que ha dicho en el discurso a un grupo de obispos del Brasil el 5 de setiembre del 2000: 'Es mi deber encarecer una renovada atención a la selección de las vocaciones al Seminario, poniendo todos los medios a disposición para lograr un adecuado conocimiento de los candidatos, en particular desde el punto de vista moral y afectivo... Que ningún obispo se sienta excluído de este deber de conciencia. Tendrá que rendir cuentas directamente ante Dios... Sería lamentable que por una malentendida tolerancia, se admitiera a la ordenación a jóvenes inmaduros o con evidentes signos de desviaciones afectivas, que como es tristemente conocido pueden causar grave escándalo en la conciencia de los fieles y daño evidente para toda la Iglesia'. Por ello, recordó que 'la fidelidad a la doctrina sobre el celibato sacerdotal por el Reino de los Cielos debe ser considerada con gran estima por la Iglesia'. Y especialmente, insistió, 'cuando se trata de discernir en los candidatos al sacerdocio la llamada a una entrega incondicional y plena... Es necesario recordarles que el celibato no es un elemento extrínseco e inútil una superestructura a su sacerdocio, sino una conveniencia íntima para participar en la dignidad de Cristo y en el servicio de la nueva humanidad'.
La Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, con fecha de 16 de Mayo de 2002 dio una clara 'Respuesta a cuestiones sobre la Ordenación de Homosexuales' (Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Respuesta a cuestiones sobre la Ordenación de Homosexuales, 16 de mayo de 2002, Prot. n. 886/02/0. Firma Jorge A. Cardinal. Medina Estévez, Prefecto):
'La Congregación para el Clero ha enviado a esta Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos una carta de su Excelencia, pidiéndonos que clarifiquemos la posibilidad de que hombres con tendencias homosexuales puedan recibir la ordenación presbiteral. Esta Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, consciente de la experiencia resultante de muchas causas instruidas con el propósito de obtener la dispensa de las obligaciones que derivan de la Sagrada Ordenación, y luego de debida consulta con la Congregación para la Doctrina de la Fe, expresa su juicio como sigue: la ordenación al diaconado y al presbiterado de hombres homosexuales u hombres con tendencias homosexuales es absolutamente desaconsejable e imprudente y, desde el punto de vista pastoral, muy arriesgado. Una persona homosexual, o una con tendencia homosexual no es, por consiguiente, apropiada para recibir el sacramento de las Sagradas Ordenes'.
Si lo que llamas 'atracción' hacia jóvenes del mismo sexo es sólo una tentación pasajera, tal vez propia de alguna etapa evolutiva que puede presentarse en algunas personas (esto se pone de manifiesto en que es fácilmente rechazada, no llega a perturbar la conciencia más de cuanto lo puede hacer cualquier tipo de tentación y desaparece con el tiempo), no parecería haber ningún problema. Pero si en cambio se trata de una 'inclinación' propiamente dicha, firme y arraigada, fuente constante de tentaciones, aunque no estemos ante una persona abiertamente 'homosexual', sin embargo, tal inclinación es signo de que no hay idoneidad moral (Puede leer al respecto de Pablo VI: Sacerdotalis coelibatus, especialmente el n. 64; y de Pío XI: Ad Catholici sacerdotii, especialmente el n. 55).
Para el sacerdocio es fundamental la vida del celibato y la posibilidad de vivirlo con serenidad y sin dramaticidad. La tendencia homosexual es una desviación de orden afectivo y si es consentida se convierte en pecado grave contra la castidad (ya sea de pensamiento o de obra). Es claro que es un signo de manifiesta falta de idoneidad para la vida consagrada (no sólo por el hecho de que el seminarista, el sacerdote o el religioso convivirá con personas de su mismo sexo lo que sería para él 'ocasión próxima de pecado', sino porque esta desviación es en sí un desvío afectivo). El Papa Juan Pablo II ha abordado en varias ocasione este tema. Creo que es muy importante lo que ha dicho en el discurso a un grupo de obispos del Brasil el 5 de setiembre del 2000: 'Es mi deber encarecer una renovada atención a la selección de las vocaciones al Seminario, poniendo todos los medios a disposición para lograr un adecuado conocimiento de los candidatos, en particular desde el punto de vista moral y afectivo... Que ningún obispo se sienta excluído de este deber de conciencia. Tendrá que rendir cuentas directamente ante Dios... Sería lamentable que por una malentendida tolerancia, se admitiera a la ordenación a jóvenes inmaduros o con evidentes signos de desviaciones afectivas, que como es tristemente conocido pueden causar grave escándalo en la conciencia de los fieles y daño evidente para toda la Iglesia'. Por ello, recordó que 'la fidelidad a la doctrina sobre el celibato sacerdotal por el Reino de los Cielos debe ser considerada con gran estima por la Iglesia'. Y especialmente, insistió, 'cuando se trata de discernir en los candidatos al sacerdocio la llamada a una entrega incondicional y plena... Es necesario recordarles que el celibato no es un elemento extrínseco e inútil una superestructura a su sacerdocio, sino una conveniencia íntima para participar en la dignidad de Cristo y en el servicio de la nueva humanidad'.
La Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, con fecha de 16 de Mayo de 2002 dio una clara 'Respuesta a cuestiones sobre la Ordenación de Homosexuales' (Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Respuesta a cuestiones sobre la Ordenación de Homosexuales, 16 de mayo de 2002, Prot. n. 886/02/0. Firma Jorge A. Cardinal. Medina Estévez, Prefecto):
'La Congregación para el Clero ha enviado a esta Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos una carta de su Excelencia, pidiéndonos que clarifiquemos la posibilidad de que hombres con tendencias homosexuales puedan recibir la ordenación presbiteral. Esta Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, consciente de la experiencia resultante de muchas causas instruidas con el propósito de obtener la dispensa de las obligaciones que derivan de la Sagrada Ordenación, y luego de debida consulta con la Congregación para la Doctrina de la Fe, expresa su juicio como sigue: la ordenación al diaconado y al presbiterado de hombres homosexuales u hombres con tendencias homosexuales es absolutamente desaconsejable e imprudente y, desde el punto de vista pastoral, muy arriesgado. Una persona homosexual, o una con tendencia homosexual no es, por consiguiente, apropiada para recibir el sacramento de las Sagradas Ordenes'.
¿Puedo entrar al seminario si no he tenido novia?
Tengo inquietudes por ser sacerdote, pero se lo he comentado a una religiosa que está en mi parroquia y me ha dicho que primero tengo que tener alguna novia. Yo nunca he tenido novia (tengo 18 años), no porque no me gusten las mujeres (¡me encantan!), sino porque no he encontrado una chica que me llene... Parece que sólo me llena Cristo. ¿Puedo entrar al seminario aunque no haya tenido novia?
Te felicito por tu pregunta y por la madurez con la que afrontas tus inquietudes vocacionales.
Seguramente esta buena religiosa te ha dado un consejo interesante, pero creo que no es del todo correcto. Conozco un número enorme de sacerdotes y personas consagradas que no han tenido una experiencia de noviazgo y son hombres extraordinarios, con una madurez espiritual y afectiva desarrollada en plenitud.
Tú pareces tener muy claro que Dios te llama a ser sacerdote y entregar tu vida a Dios. Experimentas el atractivo de las mujeres, señal de que eres un chico muy normal, y te das cuenta de que Dios ha puesto en tu pecho un corazón demasiado grande para amar sólo a una mujer y unos cuantos hijos. Y con este corazón tan grande, que sólo Cristo puede llenar, como dices tú, puedes realizarte en plenitud como hombre, como cristiano y como sacerdote.
Te recomiendo mucho que hables de tus inquietudes con tu párroco o con un sacerdote al que tú conozcas para que ellos puedan orientarte y darte a conocer los pasos más adecuados para irte preparando para ingresar al seminario y ser sacerdote de Jesucristo.
Cuenta con mis oraciones, y enhorabuena por las gracias que Dios te concede. ¡Aprovéchalas bien!.
Te felicito por tu pregunta y por la madurez con la que afrontas tus inquietudes vocacionales.
Seguramente esta buena religiosa te ha dado un consejo interesante, pero creo que no es del todo correcto. Conozco un número enorme de sacerdotes y personas consagradas que no han tenido una experiencia de noviazgo y son hombres extraordinarios, con una madurez espiritual y afectiva desarrollada en plenitud.
Tú pareces tener muy claro que Dios te llama a ser sacerdote y entregar tu vida a Dios. Experimentas el atractivo de las mujeres, señal de que eres un chico muy normal, y te das cuenta de que Dios ha puesto en tu pecho un corazón demasiado grande para amar sólo a una mujer y unos cuantos hijos. Y con este corazón tan grande, que sólo Cristo puede llenar, como dices tú, puedes realizarte en plenitud como hombre, como cristiano y como sacerdote.
Te recomiendo mucho que hables de tus inquietudes con tu párroco o con un sacerdote al que tú conozcas para que ellos puedan orientarte y darte a conocer los pasos más adecuados para irte preparando para ingresar al seminario y ser sacerdote de Jesucristo.
Cuenta con mis oraciones, y enhorabuena por las gracias que Dios te concede. ¡Aprovéchalas bien!.
¿Puede Dios llamarme aunque tenga caídas?
Hace unos meses fui a un grupo de oración y desde entonces siento en mi corazón que Cristo me llama para que sea su sacerdote. Sin embargo, al mismo tiempo, yo mismo me digo que no puede ser pues fácilmente tengo caídas en el campo de la castidad (yo solo). Tengo 16 años. ¿Puede Dios llamarme aunque sea un pecador? ¡Gracias por su ayuda!
En primer lugar quiero agradecerte la sinceridad con la que haces tu pregunta. Y la respuesta es más bien sencilla: Sí, Dios puede llamarte aunque seas un pecador. Así le pasó a San Pablo, que perseguía a la Iglesia, a san Agustín, a santa María Magdalena y a tantos otros santos que hoy veneramos. No eran santos cuando Cristo los llamó, pero emprendieron el camino hacia la santidad y, con la ayuda de la gracia, la conquistaron.
Ahora bien, como tú bien intuyes, todo hombre está llamado a vivir la castidad, por la que integra plenamente en su persona su sexualidad. La castidad se vive de diversos modos: como casado, como soltero, como alma consagrada... pero todos debemos vivirla.
Es común que en la adolescencia se sientan con gran fuerza las pasiones. Sin embargo, es muy importante tener presente que Dios nunca permite que seamos tentados más allá de nuestras fuerzas. Por ello, aunque la tentación sea intensa, siempre podemos vencer con el auxilio del Señor.
Independientemente de la existencia o no de un llamado al sacerdocio, Cristo quiere que seas un joven normal y feliz, y por ello te lanza el reto de vivir tu castidad. Para lograrlo, te invitaría, por una parte, a acercarte con mayor frecuencia al sacramento de la Eucaristía y, también, al de la confesión. Incrementa además tu trato con la Virgen María, nuestra Madre purísima, para que ella te enseñe a mantener tu alma y tu cuerpo puros.
Además de los medios sobrenaturales, tienes también medios naturales, como son los pequeños sacrificios (especialmente de la comodidad), el deporte y ejercicio físico, las buenas amistades, etc.
Por otra parte, conviene que evites todo aquello que pueda despertar tus pasiones y ser ocasión de pecado: lecturas, conversaciones, sitios de internet, música, programas de televisión, ciertas amistades, etc.
Además, en el campo de la castidad, las tentaciones hay que afrontarlas de una manera muy simple: huyendo. No les des importancia, dedícate a lo que te tienes que dedicar. Aquí la derrota se mete cuando empezamos a dialogar con la tentación: "un poco nada más", "yo ya me sé controlar", "si no puede estar tan mal", etc.
Finalmente, Tirso, sería muy bueno que hablaras con tu confesor, para que él te ayude a poner los medios más eficaces para no sólo evitar las caídas, sino para que vivas tu sexualidad con alegría y gratitud a Dios por un don tan grande, y, sobre todo, con paz y serenidad, como Él lo ha pensado.
Si Dios te llama a ser sacerdote, conviene que te prepares lo mejor posible y que vayas logrando vencer los malos hábitos que pudieras tener. No importa que seas un pecador, si amas la lucha y no la caída. Sé claro y abierto con tu confesor y él te ayudará a discernir si de verdad el Señor te llama. No dejes morir esta inquietud. No es cuestión de dignidad, sino de predilección de Dios.
Eso sí, si ves que, aún luchando y poniendo los medios que te va aconsejando tu confesor o director espiritual, no logras evitar estas caídas, quizás Dios te pida que lo sirvas por un camino distinto al del celibato. Pero no está dicho que no puedas vencer, más bien, me atrevería a decir, que con Cristo la victoria es tuya, aunque hayas perdido hasta ahora muchas batallas.
Cuenta con mis oraciones.
En primer lugar quiero agradecerte la sinceridad con la que haces tu pregunta. Y la respuesta es más bien sencilla: Sí, Dios puede llamarte aunque seas un pecador. Así le pasó a San Pablo, que perseguía a la Iglesia, a san Agustín, a santa María Magdalena y a tantos otros santos que hoy veneramos. No eran santos cuando Cristo los llamó, pero emprendieron el camino hacia la santidad y, con la ayuda de la gracia, la conquistaron.
Ahora bien, como tú bien intuyes, todo hombre está llamado a vivir la castidad, por la que integra plenamente en su persona su sexualidad. La castidad se vive de diversos modos: como casado, como soltero, como alma consagrada... pero todos debemos vivirla.
Es común que en la adolescencia se sientan con gran fuerza las pasiones. Sin embargo, es muy importante tener presente que Dios nunca permite que seamos tentados más allá de nuestras fuerzas. Por ello, aunque la tentación sea intensa, siempre podemos vencer con el auxilio del Señor.
Independientemente de la existencia o no de un llamado al sacerdocio, Cristo quiere que seas un joven normal y feliz, y por ello te lanza el reto de vivir tu castidad. Para lograrlo, te invitaría, por una parte, a acercarte con mayor frecuencia al sacramento de la Eucaristía y, también, al de la confesión. Incrementa además tu trato con la Virgen María, nuestra Madre purísima, para que ella te enseñe a mantener tu alma y tu cuerpo puros.
Además de los medios sobrenaturales, tienes también medios naturales, como son los pequeños sacrificios (especialmente de la comodidad), el deporte y ejercicio físico, las buenas amistades, etc.
Por otra parte, conviene que evites todo aquello que pueda despertar tus pasiones y ser ocasión de pecado: lecturas, conversaciones, sitios de internet, música, programas de televisión, ciertas amistades, etc.
Además, en el campo de la castidad, las tentaciones hay que afrontarlas de una manera muy simple: huyendo. No les des importancia, dedícate a lo que te tienes que dedicar. Aquí la derrota se mete cuando empezamos a dialogar con la tentación: "un poco nada más", "yo ya me sé controlar", "si no puede estar tan mal", etc.
Finalmente, Tirso, sería muy bueno que hablaras con tu confesor, para que él te ayude a poner los medios más eficaces para no sólo evitar las caídas, sino para que vivas tu sexualidad con alegría y gratitud a Dios por un don tan grande, y, sobre todo, con paz y serenidad, como Él lo ha pensado.
Si Dios te llama a ser sacerdote, conviene que te prepares lo mejor posible y que vayas logrando vencer los malos hábitos que pudieras tener. No importa que seas un pecador, si amas la lucha y no la caída. Sé claro y abierto con tu confesor y él te ayudará a discernir si de verdad el Señor te llama. No dejes morir esta inquietud. No es cuestión de dignidad, sino de predilección de Dios.
Eso sí, si ves que, aún luchando y poniendo los medios que te va aconsejando tu confesor o director espiritual, no logras evitar estas caídas, quizás Dios te pida que lo sirvas por un camino distinto al del celibato. Pero no está dicho que no puedas vencer, más bien, me atrevería a decir, que con Cristo la victoria es tuya, aunque hayas perdido hasta ahora muchas batallas.
Cuenta con mis oraciones.
¿Por qué pide la Iglesia el celibato a los sacerdotes?
He terminado mi carrera y ahora estoy cursando estudios de postgrado. Sin embargo, escucho en mi corazón la voz del Señor que me llama al sacerdocio. Sin embargo, me cuesta renunciar a formar una familia propia. ¿Por qué pide la Iglesia el celibato a los sacerdotes? Le pregunto porque quiero entender y así aceptar más fácilmente la voluntad del Dios.
Te agradezco que tengas la valentía de hacer este tipo de preguntas. A veces son cosas que damos por supuestas y creemos que la opción por el celibato es algo que podría parecer inhumano... Sin embargo, dentro del plan de Dios es éste un camino de mucha fecundidad y el que mejor responde a la misión del sacerdote, llamado a reproducir a Cristo en la tierra con su vida, y a re-presentarlo de manera especial en la celebración de los sacramentos.
En 1967 el Papa Pablo VI escribió una encíclica, llamada Sacerdotalis Caelibatus, en la que, con mucha honestidad afronta las posibles objeciones al celibato y va respondiendo una a una. Los motivos que da no son de "conveniencia práctica", sino que son motivos teológicos, basados en el estilo de vida mismo que el Señor eligió para sí y para su Madre.
Acaba de llegar a mis manos un artículo del Card. Claudio Hummes, exprefecto de la congregación para el clero en el Vaticano, en el que da una excelente explicación del significado, valor y orígen del celibato sacerdotal. Puedes acceder al artículo con este enlace. Creo que su lectura te podrá hacer mucho bien y te ayudará a comprender con el corazón lo que está detrás de esta práctica de la Iglesia que existe desde los tiempos apostólicos.
Sin duda ninguna es un sacrificio lo que la Iglesia nos pide. Pero no mires tanto lo que "pierdes", sino en lo que ganas: una familia infinita, una multitud de hijos. Sigue siendo verdad lo que decía Benedicto XVI al inicio de su pontificado: "Cristo no quita nada de lo bueno y bello que hay en la vida, sino que lo da todo".
Te agradezco que tengas la valentía de hacer este tipo de preguntas. A veces son cosas que damos por supuestas y creemos que la opción por el celibato es algo que podría parecer inhumano... Sin embargo, dentro del plan de Dios es éste un camino de mucha fecundidad y el que mejor responde a la misión del sacerdote, llamado a reproducir a Cristo en la tierra con su vida, y a re-presentarlo de manera especial en la celebración de los sacramentos.
En 1967 el Papa Pablo VI escribió una encíclica, llamada Sacerdotalis Caelibatus, en la que, con mucha honestidad afronta las posibles objeciones al celibato y va respondiendo una a una. Los motivos que da no son de "conveniencia práctica", sino que son motivos teológicos, basados en el estilo de vida mismo que el Señor eligió para sí y para su Madre.
Acaba de llegar a mis manos un artículo del Card. Claudio Hummes, exprefecto de la congregación para el clero en el Vaticano, en el que da una excelente explicación del significado, valor y orígen del celibato sacerdotal. Puedes acceder al artículo con este enlace. Creo que su lectura te podrá hacer mucho bien y te ayudará a comprender con el corazón lo que está detrás de esta práctica de la Iglesia que existe desde los tiempos apostólicos.
Sin duda ninguna es un sacrificio lo que la Iglesia nos pide. Pero no mires tanto lo que "pierdes", sino en lo que ganas: una familia infinita, una multitud de hijos. Sigue siendo verdad lo que decía Benedicto XVI al inicio de su pontificado: "Cristo no quita nada de lo bueno y bello que hay en la vida, sino que lo da todo".
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