Homilía Padre Jesus Hermosilla - V Domingo de Cuaresma
Domingo V de Cuaresma – Ciclo A
¡SAL DE ESA MUERTE EN QUE TE ENCUENTRAS!
Si tienes sed, como la samaritana, piensa que Jesús es la fuente de Agua viva.
Si vives en la oscuridad, como el ciego de nacimiento, no desesperes, Jesús es la Luz del mundo.
Si estás muerto, como Lázaro, no te deprimas, Jesús es la Resurrección y la Vida.
¿A qué esperas para acudir a él?
Di sí, Señor, creo. Y serás saciado, iluminado, vivificado con la gracia y el amor de Dios.
Yo mismo abriré sus sepulcros y les haré salir de ellos
Es la promesa del Señor a su pueblo por medio del profeta Ezequiel. En los sepulcros están los muertos. El pueblo judío estaba en el destierro de Babilonia, “muerto” por sus pecados y su falta de esperanza. Nuestros sepulcros son todo aquello que nos “mata”. Todo lo que nos lleva al pecado grave, que es la verdadera muerte espiritual.
Podemos hablar también de los sepulcros que llevan a la gente a hundirse, a vivir sin esperanza, como puede ser el desempleo, el fracaso en el matrimonio, la necesidad económica, una enfermedad grave, una muerte imprevista. Para muchos jóvenes de hoy sus sepulcros son la drogadicción, el alcoholismo, la violencia, el hedonismo, el sexo fácil, el laicismo, el sinsentido… Además de arruinar su futuro, arruinan su alma.
El pecado es muerte, el perdón es vida. La promesa de Dios de sacarnos de nuestros sepulcros se refiere, en primer lugar, a darnos su perdón, sacarnos de la muerte eterna y darnos vida eterna. Pero es también una promesa de liberación integral, de regeneración humana, de vida con sentido y esperanza. Por muy bajo que hayas caído, Dios puede sacarte de ahí. Por muy profunda que sea esa crisis matrimonial, por muy duro que haya sido el golpe económico, por muy maltrecho que te haya dejado la muerte de tu hijo, el divorcio de tu hija, la traición de tu marido, la enfermedad que te han diagnosticado, el escándalo de ese sacerdote… es posible superarlo, es posible salir de ese pozo vital, de esa muerte en que te encuentras. Dios hoy te promete: “te infundiré mi espíritu y vivirás”.
Esta enfermedad servirá para la gloria de Dios
En el evangelio del domingo pasado, al ver al ciego de nacimiento, los discípulos le preguntaron a Jesús que quién había pecado para que naciera así. Jesús les respondió que no había pecado ni el ciego ni sus padres, sino que aquella situación era para que se manifestaran las obras de Dios. Y así fue: no sólo porque el ciego empezó a ver, sino porque su corazón quedó iluminado con la fe en Jesús. Hoy también el Señor, al escuchar que Lázaro su amigo estaba enfermo, afirma que esa enfermedad servirá para la gloria de Dios y, cuando llega a Betania, le dice a Marta, la hermana del enfermo, entonces ya muerto y enterrado, “si crees verás la gloria de Dios”.
La respuesta de Jesús puede iluminar también tantos interrogantes nuestros sobre el sentido de las cosas que nos pasan o que nos pasaron. ¡Tantas historias realmente estremecedoras! Historias de violaciones, de maltrato, de abandono… Historias de delincuencia, de homicidios, de cárceles… Historias de enfermedades, desdichas, adversidades… Historias de fracasos de pareja, de frustraciones, de equivocaciones y errores continuos… Tal vez te preguntes “¿por qué no hizo Dios algo para impedirlo? “. Puede ser que Dios hiciera mucho, pero no quisiste hacerle caso… Muchos de esos males son consecuencia del pecado de personas concretas cuya libertad Dios respetó. En todo caso, dentro del plan de Dios, todo eso es para que él muestre su gloria. Seguramente habrás escuchado o leído testimonios de personas que proclaman esa gloria de Dios manifestada en su vida y que reconocen haberlas sacado el Señor de la muerte en que estaban; las desgracias que les sucedieron fueron la ocasión para abrirle a Dios la puerta de su vida y ahora ven el sentido de toda su historia pasada. Así puede ser también contigo: Dios quiere mostrar su poder en ti. Si crees, también tú vas a ver la gloria de Dios. Tal vez ya la has visto muchas veces. Esta experiencia te ayudará a no dudar cuando se presenten nuevas situaciones de dolor y duda.
Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí no morirá para siempre
Jesús es agua viva que sacia la sed, Jesús es luz del mundo que ilumina la oscuridad y la tiniebla, Jesús es también la resurrección y la vida. Así se lo dice a Marta, la hermana de María y Lázaro, que le reprocha no haber llegado antes de que muriera su hermano: “si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano”. Marta sabe que Jesús ha sanado enfermos ¡con cuánta más razón debería haber sanado a su amigo! Con todo, la fe de Marta va más allá: “pero aún ahora estoy segura de que Dios te concederá cuanto le pidas”.
Jesús va a devolverle la vida a Lázaro, como un signo de que él vencerá definitivamente la muerte y de que sus palabras “el que cree en mí aunque haya muerto, vivirá”, son veraces. Marta se resiste a que quiten la losa que cubría la entrada del sepulcro porque llevaba ya cuatro días y el hedor sería fuerte. A veces también nosotros nos resistimos a quitar esas piedras que tapan nuestra inmundicia espiritual, nuestro pecado, y preferimos mantenerla oculta o cubrirla “con un tupido velo” de autocompasión o excusa, cualquier cosa, menos ponerla delante del Señor –en el sacramento de la penitencia, por ejemplo- para que nos sane y devuelva la vida.
¡Lázaro, sal de ahí! Y salió el muerto
La palabra de Jesús, tras haber invocado y dado gracias a su Padre celestial, se muestra poderosa. Ahora Marta va a ver la gloria de Dios y los discípulos van a comprender que aquella enfermedad, aquel retraso en la llegada a Betania, aquella muerte y sepultura, el llanto de aquellas mujeres… todo era para que se manifestara grandemente la gloria de Dios y para que “muchos judíos, al ver lo que había hecho Jesús, creyeran en él”.
El día de tu bautismo, nadie lo oyó, pero Jesús pronunció las mismitas palabras que ante la tumba de Lázaro: “María, Pedro, Teresa… sal de ahí…” Mucho más dijo el Señor: “Deja la muerte y recibe vida eterna… Renuncia al espíritu del mal y llénate de Espíritu Santo… Mantente vivo y, aunque muera tu cuerpo, vivirás para siempre”. Estamos en cuaresma y el evangelio de Lázaro nos recuerda esa vida eterna recibida en el bautismo. ¿Qué hemos hecho con ella? ¿La conservas? ¿Ha crecido y se ha desarrollado en ti? Si la has perdido, si has vuelto de nuevo a la muerte espiritual, no te quedes ahí, reconoce tu situación, mira a Aquel que te ama y tiene poder para levantarte, invócale, permítele pronunciar de nuevo tu nombre y el “sal de ahí”.
“Si crees verás la gloria de Dios”… Si crees. El milagro brota del amor y del poder del Señor, pero normalmente requiere la fe. ¿Hasta dónde llega tu fe? ¿Crees que Jesús puede sanar a un enfermo pero no devolver la vida a un muerto? ¿Crees que Jesús puede ayudarte en una diligencia y no restaurar tu matrimonio? ¿Crees que Jesús te da su cuerpo y sangre en la Eucaristía y no crees que puede devolverles la fe a tus hijos? Lázaro estaba muerto… No podía gritar ni rezar ni nada. Aquí la fe no la puso él sino otros… Si crees verás la gloria de Dios. Ya la has visto en tu propia vida, espera también verla en la vida de los tuyos, en la situación del país, en los problemas del mundo.
Ya sé que los milagros no son magia. Por supuesto, el Señor tiene sus planes. El sabe cuándo es el momento y cuál el verdadero problema. Pero podemos esperar mucho. El ha venido para que tengamos vida y vida abundante. El no se complace en la muerte del pecador sino en que se convierta y viva. El quiere hacer mucho. Hay que esperarlo, desearlo, pedirlo… Con fe.
Padre Jesús Hermosilla
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