Solemnidad Epifanía del Señor
Conocida
popularmente como la fiesta de los Reyes magos, la
Epifanía del Señor es como una segunda navidad, la navidad de los no judíos,
nuestra navidad. Epifanía significa manifestación. Es la manifestación del Salvador, que ha nacido, a los pueblos paganos.
El Niño ha nacido para todos, para
todos los hombres, para todas las razas, para todos los pueblos, no sólo para
el pueblo que lo esperaba. También hoy quiere manifestarse a los no cristianos
como el Único Mediador entre Dios y los hombres, “el único Nombre en quien se
nos da la salvación”. En Venezuela la celebramos el domingo siguiente al 1 de
enero. Su fecha tradicional es el 6 de enero.
Sobre ti resplandece el Señor y en ti se manifiesta su
gloria
Son palabras del profeta Isaías dirigidas a Jerusalén.
Jerusalén ahora es la Iglesia y, en ella, cada creyente que ha recibido a Aquel
que es la luz del mundo. Sobre toda la
tierra hay oscuridad, tiniebla, sólo en Jerusalén brilla la luz. Desde ahí
el profeta presenta una peregrinación enorme que, desde todos los pueblos de la
tierra, se encamina hacia la ciudad santa. Los reyes del mundo caminan hacia
Jerusalén llevando tesoros y riquezas. Esta visión maravillosa provoca la
alegría en la ciudad.
La profecía
empezó a cumplirse en el viaje de los Magos que, desde el oriente, caminaron
hacia Jerusalén y Belén para encontrar al Rey que había nacido. Sigue haciéndose realidad en todos aquellos que están en búsqueda
de la verdad, en quienes se encaminan de las tinieblas hacia la luz de Dios. La
Iglesia a lo largo de sus veinte siglos de existencia ha asistido, alborozada,
al peregrinar de pueblos y pueblos que encontraron en Jesucristo a su Rey y
Salvador, se postraron ante él y trajeron lo mejor de su propia historia y
cultura. La ciudad santa se ha ido extendiendo por toda la tierra.
San Pablo se siente depositario de esta revelación
que, si para nosotros es algo normal, para él era una revolución espiritual: “Por el evangelio, también los paganos son coherederos de la misma herencia, miembros del
mismo cuerpo y partícipes de la misma promesa en Jesucristo”. El Niño es el
Salvador de todos. ¿Qué significa esto hoy para nosotros? Que no podemos dar a
nadie por perdido, que a nadie hay que
excluir del anuncio del evangelio. Significa que, aunque quienes sin culpa
no lleguen a conocer a Cristo también podrán salvarse, Cristo es el único
Salvador y hay que anunciárselo.
La estrella sigue ahí
Los Magos emprendieron el viaje porque vieron aparecer
una estrella, la estrella del nacimiento de un rey. Eran hombres observadores,
atentos a los signos del universo. Lo
que el anuncio del ángel fue para los pastores, es la estrella para los magos.
Dios se muestra de muchos modos, lo importante es discernirlos. Los pastores
representan a todos aquellos sencillos que escuchan a los mensajeros de Dios y
se ponen en camino hacia el encuentro con Jesús. Los magos a los hombres de
ciencia que sinceramente buscan la verdad última de las cosas, el sentido del
universo, aquellos que saben asombrarse ante las maravillas de la creación y
sus leyes y saben llegar al Creador y, en último término, a Aquel que es la
Palabra, el Logos, es decir, la explicación de todo.
La estrella
sigue ahí. Dispuesta a guiar a quienes buscan una
razón para vivir y razones para esperar, dispuesta a guiar a quienes buscan un
amor que les sacie plenamente. La
estrella son estrellas: es ese amigo que te ayudó a encontrar a Jesucristo,
es la Palabra que sigue orientando tu camino, es la predicación de la Iglesia,
fue aquella luz que se prendió en tu corazón después del accidente y viste
claro que tu vida debía cambiar, fue aquella iglesia en la que entraste
desesperada, angustiada, y de la que saliste con la fe robustecida en tu
corazón. El mundo está lleno de estrellas que nos llevan a la casa de Belén. El
problema no es, pues, la falta de estrellas o su poco brillo, el problema está
en no querer ver o dejarse deslumbrar por estrellas fugaces. Quienes encontraron la estrella y la
siguieron, ahora son estrella para otros.
El rey Herodes se sobresaltó
Dios como
amenaza. Para algunos ateos militantes, filósofos,
literatos, Dios es una pesadilla. Y Jesucristo una fantasía. Algunos
escribieron que no podían soportar un Dios siempre ahí a su lado, como un
vigilante. A todos estos, oír hablar de
Dios, de Jesucristo, les sobresalta. Lo
ven como una amenaza para su autonomía, para su realización, para sus
aspiraciones y poder. El Salvador se les
antoja el enemigo a suprimir. La destrucción de templos, de imágenes
religiosas, de todo símbolo cristiano es un modo de querer deshacerse de un
rival. Detrás de esta situación está aquel que quiso ser como Dios.
Sin llegar a esos extremos, pero también a nosotros, a veces, la presencia de Dios, la posibilidad de dejarle
entrar al Señor más plenamente en nuestra vida, se nos aparece como una
amenaza, como si fuera a quitarnos algo. Herodes se sobresalto ante el
nacimiento de un niño. ¿No es una locura
tenerle miedo a un niño? Así de locos estamos cuando vemos a Dios, a
Jesucristo, sus enseñanzas, su Iglesia, como una amenaza. Dios no nos quita nada, siempre quiere dar, dársenos. En todo caso,
si nos quita algo es lo que nos hace daño, lo que nos estorba para ser nosotros
mismos.
Al ver de nuevo la estrella se llenaron de inmensa
alegría
El evangelio parece dar a entender que la estrella no
siempre era visible. Las nubes ocultan
las estrellas. Las tempestades interiores nos dejan a oscuras. Entonces,
como los magos, hay que consultar a
quienes saben, buscar guías o, en todo caso, seguir en la misma dirección
que llevábamos antes de que la estrella se ocultara. Tal vez los que saben,
como los escribas de Jerusalén, indican el camino pero no lo recorren… No
importa, hagamos lo que dicen y no lo que ellos hacen. Tú sigue, que nada te detenga. Quien busca encuentra. La caminata
merece la pena.
La experiencia
de los magos tiene varios niveles. El primero es el
recorrido hasta el primer encuentro con el Cristo vivo a quien aceptas como tu
Señor y cambia tu vida. El segundo es el camino diario que, movido por esa fe
viva, te lleva al encuentro con Él en la Palabra y, sobre todo, en la
Eucaristía. El tercero es la
peregrinación de toda la vida: siempre en camino hacia el encuentro
definitivo. Aquel día lo veremos tal cual es. Lo encontraremos con María, su
madre. Podremos adorarlo plenamente y contemplar su gloria por toda la
eternidad. En este recorrido, hay de
todo: avances y retrocesos, etapas de luz y de oscuridad, de ánimo y de
cansancio… Lo importante es seguir, perseverar, ir a su paso, llueva o haga
sol, que nada nos detenga ni desvíe.
Los magos le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra
Ya sabes que son regalos simbólicos de su confesión de fe: “tú eres rey, tú
eres Dios, tú eres hombre”. ¿Y qué le
llevaremos nosotros? “¿Qué te puedo dar que no me hayas dado tú?” le
podemos decir con el canto. Incluso nos podríamos preguntar, como el campesino
del cuento de Tagore, al que el rey le pidió un poco de trigo: “pero Dios no es
totalmente rico… ¿por qué le tengo yo que dar algo?”. Jesucristo lo único que quiere de ti es que le abras la puerta para
llenar tu granero de abundantes granos de oro. La puerta es tu voluntad libre. Ábrela adorando, reconociendo que sólo
Él es tu Salvador y Señor. Tu regalo es abrir mejor la puerta mediante la
entrega de ti mismo, de lo mejor de ti, tu sí a su amor. Entonces se te mostrará más espectacular. Contemplarás mejor su
gloria. Te sentirás más cautivado por El. Y tu vida recobrará la alegría. Se
acrecentará el ti la alegría y, tal vez sin darte cuenta, seguirás caminando hacia Su tierra por otro camino.
Padre Jesús Hermosilla
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