Vida consagrada femenina
Desde
los inicios del cristianismo el Espíritu Santo ha inspirado a algunas mujeres a
ofrecer su virginidad a Jesucristo y consagrarse únicamente a su amor. Ya san
Pablo nos dice que una virgen se dedica más a las cosas del Señor, mientras que
una mujer casada tiene que dedicarse a su marido y su familia. Por ello, el
Apóstol, aún reconociendo y promoviendo el valor altísimo de la vocación
matrimonial, exalta la excelencia de la vocación consagrada.
Así
surge en la Iglesia el "orden de las vírgenes", que es un grupo de
mujeres consagradas que viven en el mundo, con un vínculo especial con la
Iglesia y el obispo, para servir a la Iglesia con su santidad de vida y con su
apostolado. Esta institución cayó un poco en desuso, pero el Concilio Vaticano
II pidió que se restablecieran tanto el orden de las vírgenes como el rito para
su consagración.
Una
mujer que siente el llamado de Cristo a consagrarle su virginidad, pero sin
pertenecer a una congregación u orden religiosa o a un instituto de vida
consagrada, puede optar por este estilo de vida. Lo mejor para discernir si
éste es su llamado es que se entreviste con su obispo y le exponga los motivos.
Él,
después de un tiempo de prueba, la admitirá en nombre de la Iglesia en el orden
de las vírgenes o le propondrá servir al Señor por otro camino.
No
dejes de pedir a María que nos alcance muchas vocaciones así al servicio de la
Iglesia y de los pobres.
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